Suecia ya tiene Gobierno. Tras 131 días de desencuentros y negociaciones, el Parlamento nórdico dio ayer vía libre a que el socialdemócrata Stefan Löfven revalide su mandato para seguir como primer ministro del país al frente de un Gobierno de coalición en minoría entre su partido (SAP) y los verdes (MP) que bloquea a la ultraderecha.

Casi cuatro meses después de unas elecciones que dificultaron aún más el juego de equilibrios sueco, el nuevo Gobierno ha salido adelante con 153 votos a favor, 115 en contra y hasta 77 abstenciones. Para ello ha sido necesaria la colaboración de liberales (L), centristas (C) y la izquierda poscomunista (V), tres partidos más pequeños.

Este fin de semana Löfven decidirá los nuevos miembros de su Gabinete y el lunes dará a conocer los nombres así como el programa de un Gobierno de centroizquierda que apuntará a la derecha.

La abstención de estas formaciones permite a Löfven seguir al frente del país, ya que en Suecia el primer ministro puede continuar en el Gobierno siempre y cuando no haya una mayoría en contra de él. Eso es lo que intentaron infructuosamente durante meses los conservadores del Partido Moderado (M) y los cristianodemócratas (KD), abiertos a romper el tradicional bloqueo político a la ultraderechista Demócratas Suecos (SD) para llegar al poder.

El pasado 9 de septiembre, la formación encabezada por Jimmie Åkesson obtuvo el 17,7% de los votos, unos grandes resultados que le permitieron reforzar su posición como tercera fuerza del país. A diferencia de sus vecinos nórdicos, Suecia sigue manteniendo el cordón sanitario frente a este partido antiinmigración con raíces neonazis. En noviembre, el líder conservador, Ulf Kristersson, obtuvo su apoyo para intentar ser primer ministro, pero su votación fracasó.

La negativa de los otros partidos a pactar con SD ha dificultado aún más llegar a un acuerdo especialmente frágil. Para seguir en el cargo, el viernes pasado Löfven llegó a un pacto para ganarse el apoyo de dos tradicionales socios conservadores, centristas y liberales, que exigen dejar a la izquierda «sin influencia».

CONCESIÓN A LA DERECHA / Para ello, el primer ministro aceptó una agenda más derechista en la que se incluye un recorte de impuestos así como una reforma del mercado laboral, políticas a las que se han opuesto durante años y que disgustan notablemente a los sindicatos. «Tenemos un acuerdo con cuatro partidos y pienso cumplirlo», aseguró Löfven. De no hacerlo sus nuevos socios podrían dejarle en la estacada. Consciente de que las últimas elecciones impulsaron a la derecha, Löfven ha decidido seguir los mismos pasos. Eso no ha gustado nada a la izquierda, que durante la pasada legislatura prestó apoyo externo al Gobierno en minoría y que ahora les ha prestado una abstención para volver a bloquear la ultraderecha.

Sin embargo, el líder izquierdista Jonas Sjöstedt sabe que su apoyo es clave para el nuevo Gobierno y no ha dudado en asegurar que retirará su ayuda si el primer ministro opta por una flexibilización del mercado laboral que agilice los despidos así como una desregulación de los alquileres. Presionado por ambos flancos políticos, Löfven deberá hacer equilibrios si quiere mantener el poder.