Sri Lanka llora a sus muertos mientras se pregunta si pudo evitarse la masacre del Domingo de Resurrección. Los ataques terroristas simultáneos en iglesias y hoteles han dejado 290 muertos y 500 heridos, según el Gobierno, y una grieta en la convivencia étnica y religiosa de la isla que devuelve los penosos tiempos de la guerra civil.

Las autoridades han atribuido la matanza a un grupo islamista local, el National Thowheeth Jamaat, e investigan «sobre una eventual ayuda extranjera». En una rueda de prensa, el Ejecutivo confirmó que varios atacantes suicidas se inmolaron en los atentados. «La mayoría fueron ataques suicidas. Sobre esa base estamos llevando a cabo redadas y arrestos y también se han identificado y realizado redadas en sus lugares de entrenamiento», informó el ministro de Salud, Rajtha Senraratne. Se han detenido ya 24 sospechosos, todos ceilandeses.

La policía reveló el domingo que el 11 de abril recibió una alerta de una agencia de inteligencia extranjera no identificada advirtiendo de que una célula islamista radical estaba planeando atentados suicidas en importantes iglesias. «Algunos altos cargos policiales estaban al tanto de ese documento, así que hubo una respuesta tardía. Es necesario tomar acciones contundentes para saber por qué la advertencia fue ignorada», explicó el ministro de Telecomunicaciones, Harin Fernando. Mano Ganeshan, ministro de Integración Nacional, que confesó que habían sido informados de que se preparaban atentados contra políticos.

El primer ministro, Rail Wickremesinghe, admitió que contaban con la información y que el Departamento de Investigación Criminal de la Policía aclarará las razones de la falta de reacción. Ese documento ya apuntaba al National Thowheeth Jamaath, un grupo islamista que ha sido acusado de actos vandálicos contra monumentos y estatuas budistas. La isla no es ajena a las tensiones étnicas, pero el atentado desborda todos los precedentes posteriores al final de la guerra civil en el 2009. Los atentados suicidas eran cotidianos en Colombo durante aquella contienda, pero los grupos independentistas tamiles, aniquilados por el Ejército, nunca atacaron a la minoritaria comunidad cristiana, sino a la mayoritaria comunidad budista. Desde los sectores budistas más radicales se ha alimentado en los últimos años el odio a los musulmanes, que carecen en Sri Lanka del historial violento de la región.

El titular de Telecomunicaciones sugirió que todas las opciones siguen abiertas. «Por ahora nuestra prioridad es averiguar qué llevó a estos ocho, diez o doce hombres a ejecutar ese ataque. No descartamos que fuera un intento de golpe de Estado», afirmó.

Sobre la antigua Ceilán se cierne un inquietante aumento de las tensiones éticas y religiosas. La policía ya ha informado de que horas después de los atentados fueron atacadas una mezquita en el noroeste del país y dos tiendas regentadas por musulmanes.

TERRORISTAS SUICIDAS / El Gobierno confirmó que al menos siete de los ataques fueron ejecutados por terroristas suicidas. Las bombas estallaron con escasos minutos de diferencia en las iglesias de San Antonio (Colombo), San Sebastián (Negombo) y Zion (Batticaloa) cuando los fieles celebraban el Domingo de Resurrección que remata la Semana Santa. Poco después los terroristas explotaban su carga en los restaurantes de tres hoteles de cinco estrellas, situados en el distrito financiero de la capital, aprovechando la masiva afluencia en la hora del desayuno.

Actuaron por separado excepto en el Shangri-la, donde los testigos recuerdan a una pareja de jóvenes cargados con mochilas en el buffet momentos antes de la deflagración. Un superviviente australiano describió la escena como una «absoluta carnicería». «Había gente gritando y cadáveres por todos lados, todo era una locura».

El Gobierno levantó a primera hora del lunes el toque de queda que impuso en la tarde del domingo aunque ayer apenas había tráfico en las calles de una ciudad tan caótica como frenética. Los policías y militares patrullan la capital y protegen los edificios oficiales de la isla.