La presidencia de la Comisión Europea se ha convertido en algo así como la joya de la corona de la arquitectura institucional de la Unión Europea, uno de los cargos más preciados e influyentes del club, que permiten marcar la agenda y el ritmo político. Una casa que ha estado gobernada ininterrumpidamente por el Partido Popular Europeo desde hace tres lustros el último presidente socialista fue el italiano Romano Prodi entre 1999 y 2004- y de la que socialistas y liberales quieren desbancar al PPE uniendo fuerzas.

El primer intento por dar forma a esta concertación tuvo lugar en los márgenes de la pasada cumbre extraordinaria de Sibiu. Alrededor de la mesa estuvieron entonces cuatro dirigentes nombrados por las dos familias políticas como negociadores en el reparto de los altos cargos: el holandés Mark Rutte y el belga Charles Michel por parte de los liberales, y el portugués Antonio Costa y el español Pedro Sánchez, por la familia socialista.

A estos cuatro dirigentes, dos de ellos en funciones, se ha sumado este martes el presidente francés y líder de La República En Marcha (LREM), Emmanuel Macron, en un almuerzo de trabajo previo a la cumbre informal de jefes de estado y de gobierno de la UE que abre oficialmente la negociación de la renovación institucional de la UE. "El reparto de los nuevos cargos al frente de las instituciones europeas debe reflejar ese nuevo equilibrio que incluye a socialdemócratas y liberales, además de a los populares europeos", ha explicado fuentes diplomáticas sobre las conclusiones de este encuentro.

Aunque en las elecciones europeas de este pasado domingo Macron no consiguió superar al ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, sus 21 escaños convertirán al LREM en la delegación más poderosa del nuevo grupo de Liberales y Demócratas en el Parlamento Europeo, clave por tanto a la hora de dar forma a la nueva coalición progresista que defienden como contrapunto a la ultraderecha.

NUEVO EQUILIBRIO EN EL REPARTO

El objetivo es evitar que el PPE siga copando las tres grandes instituciones que dominan la política en Bruselas y cuyos cargos han ocupado en los últimos dos años y medio: Jean-Claude Juncker (Comisión), Antonio Tajani (Eurocámara) y Donald Tusk (Consejo Europeo). Además de estos tres cargos también están en juego la presidencia del Banco Central Europeo, que ostenta el italiano Mario Draghi, y el alto representante para la política exterior de la UE, que recae en la también italiana Federica Mogherini. Según el Tratado, los dirigentes europeos tienen que "tener en cuenta" el resultado de las elecciones.

Hace cinco años el Parlamento Europeo consiguió marcar el ritmo e imponer su sistema de elección de cabezas de lista a la Comisión el llamado spitzenkandidaten- con una decisión de hechos consumados que situó a Juncker al frente del Ejecutivo y al socialista alemán Martin Shulz en el Europarlamento. Los resultados electorales a favor del PPE entonces eran indiscutibles a lo que se sumaba el bagaje político del luxemburgués como exprimer ministro de su país. Las tornas en el 2019 han cambiado. El PPE ha sido el partido más votado pero en claro retroceso. Sus 180 escaños, sumados a los 146 los Socialdemócratas (S&D) no les permitirán reeditar el pacto, que deberá buscar nuevos puntos de apoyo, a lo que se añade la limitada experiencia ejecutiva del candidato principal de los conservadores, el alemán Manfred Weber.

Aquí es donde entran en juego otras opciones si no hay un consenso entorno a la figura del alemán. Los liberales afrontan esta partida reforzados gracias a los 109 escaños que han conseguido, dispuestos a reclamar su parte del pastel. Además de Weber, el candidato de una Angela Merkel consciente de las resistencias que genera el político bávaro, los otros dos nominados oficiales son el holandés Frans Timmermans por los socialistas y la carismática comisaria danesa Margrethe Vestager por los liberales.

"Forma parte como el señor Barnier o Timmermans de los que tienen cualidades pero no quiero mantener hoy un debate sobre nombres, quiero un debate sobre proyectos, criterios y prioridades", se ha limitado a señalar Macron a su llegada a la sede del Consejo. Se trata de una de las apuestas de Macron junto a otro contendiente alternativo: el negociador jefe de la UE para del brexit y miembro del PPE, Michel Barnier. Si ninguno de los tres primeros logra aunar una mayoría podría ser uno de los posibles candidatos "sorpresa" aunque en esa lista figuran ya media docena de nombres.

ADIÓS AL PROCESO 'SPITZENKANDIDATEN'

El inconveniente es que haría saltar por los aires el proceso de 'spitzenkandidaten' como fórmula para escoger al presidente de la Comisión y con el que siguen cerrando filas la mayoría de los grupos políticos populares, socialistas, verdes e izquierda- salvo los liberales. "Un 'spitzenkandidaten' por el que no puedes votar en toda Europa no es serio. Para nosotros es importante que el próximo presidente de la Comisión represente una amplia mayoría proeuropea con un programa claro para renovar Europa", ha reclamado el liberal belga Guy Verhoftstadt. "El sistema de 'spitzenkandidaten' no es la Biblia sagrada. El mejor candidato debería ser el próximo presidente de la Comisión", ha zanjado el primer ministro eslovaco, Peter Pellegrini, en nombre de los cuatro países de Visegrado (Eslovaquia, República checa, Polonia y Hungría".

Las posibilidades de que los líderes de la UE logren consensuar algún nombre este martes son prácticamente nulas. La negociación será larga y no está claro siquiera que vayan a conseguir cerrar el paquete en la cumbre prevista el 20 y 21 de junio, tal y como pretende el presidente de la UE, Donald Tusk. "Deberíamos ser capaces de presentar una propuesta si es posible antes de la constitución del Parlamento", ha recordado Angela Merkel que ha cerrado filas con Weber pero sin demasiada contundencia. "Como miembro del PPE apoyo a Manfred Weber" aunque "deberíamos saber que al final tenemos una tarea constructiva que hacer", ha indicado a su llegada a la sede del Consejo. "La prioridad debe ser el contenido, después los nombres", ha insistido el primer ministro holandés, Mark Rutte.