Cualquier cosa es siempre algo infinitamente mejor que la guerra. Es lo que pensaron tres jóvenes libios rescatados por el Ocean Viking, el barco de SOS Mediterranean y Médicos Sin Fronteras (MSF), cuando su embarcación se despedazaba en medio del Mediterráneo. Pero incluso en esa dramática situación, siguen pensando que el mar y sus peligros son mucho mejores que tratar de salvar el pellejo en medio de bombardeos diarios.

Salah, Khalil e Ibrahim, de edades comprendidas entre los 19 y 22 años, han adoptado una esquina de la borda del Ocean Viking, que aún espera un puerto desde hace ya 15 días para desembarcar a los 356 migrantes rescatados, en una situación calcada a la del Open Arms. Los tres, ahora ya inseparables, esperan que se resuelva de una vez la situación junto al resto de migrantes de otros países como Sudán, Chad, Eritrea, Senegal o Costa de Marfil, que también dejan atrás episodios de torturas y abusos de todo tipo. No me di cuenta de lo peligroso que es el mar, pero Libia se derrumba, ya no puedes vivir allí. Era mejor el mar que la guerra, afirma Khalil, imitando un gatillo imaginario.

Khalil era taxista, conducía entre Sabbha, su ciudad en el sur, y Benghazi, la gran urbe en el este del país, cuando fue arrestado por hombres del mariscal Haftar, el hombre fuerte de la región. Fue encarcelado en una prisión durante tres meses, donde fue golpeado diariamente, explica, mientras muestra una cicatriz en el rostro, cerca de la boca.

En busca de una vida normal

Finalmente, pudo escapar de la cárcel junto a otros 15 prisioneros, con mucha suerte. Empezaron a dispararnos y vi personas caer a mi alrededor, no sé si sobrevivieron". Como pudo, regresó en taxi a Sabbha para encontrar a su familia. "Solo quería vivir una vida normal". Pero un mes después de llegar a su hogar, empezaron los combates en su ciudad. "Es mejor que te vayas", le dijo su madre. "Ella no tenía idea del peligro de atravesar el mar; yo, tampoco. Pero en ese momento me sentí aliviado de ir al mar". El 12 de agosto, el Ocean Viking rescató el bote de goma en la que Khalil se encontraba junto a otras 104 personas. La barcaza, literalmente, se hundía.

Algo distinto es el caso de Salah, de 19 años, quien por capricho se unió a las tropas del Gobierno de la Unión Nacional (GNA) Fayez-al-Sarraj. Pero rápidamente, se dio cuenta de que no estaba hecho para la guerra. "Si me quedaba, me iban a matar", recuerda tras haber abandonado el campo de batalla. "Un sudanés me dio un número y como yo era libio, me fui el mismo día".

Llorar al amigo asesinado

Ibrahim, en su caso, tenía otra buena razón para abandonar su país: el color de su piel. "Mi padre era negro, murió; mi tío murió en los combates, mi escuela fue bombardeada, mi madre me dijo: Libia no es un país para ti". Y llora todavía cuando recuerda a un amigo: Fue asesinado ante mis ojos cuando íbamos a jugar al fútbol". Ibrahim también se horroriza al revivir la dramática situación del lento hundimiento de la barcaza de goma. Estaba aterrorizado, pero Libia es más peligrosa que nuestro bote desinflado".