Faltan más de seis meses para que los votantes demócratas que seleccionarán a su candidato presidencial para intentar ganar a Donald Trump en noviembre de 2020 emitan sus primeros votos en los caucus de Iowa pero la línea básica de la pelea en el partido está marcada desde hace tiempo. Es el duelo entre el ala más progresista, representada como en la anterior carrera presidencial por el senador Bernie Sanders y reforzada este año por la candidatura de Elizabeth Warren, y el sector moderado, cercano al aparato del partido. Se vivió en la primera ronda de debates el mes pasado en Miami y se ha vuelto a escenificar el martes en Detroit, escenario de la segunda ronda.

Sanders y Warren han sido dos de los diez de los candidatos reunidos ante las cámaras de CNN en el teatro Fox, donde este miércoles debaten otros diez aspirantes. Para decepción de los medios y observadores que anticipaban o quizá esperaban un choque entre ambos, los dos, entre los mejor situados en las encuestas nacionales, han mostrado un frente común abanderando las propuestas más progresistas en múltiples áreas, especialmente en la universalización de la cobertura sanitaria pero también en el planteamiento de cambios profundos en un sistema económico y político dominado por y favorable a las grandes corporaciones, la condonación de la deuda universitaria o la lucha por el cambio climático.

Los asaltos más fuertes a sus propuestas les han llegado, sobre todo, de moderados como el gobernador de Montana Steve Bullock, el congresista de Ohio Tim Ryan o el exrepresentante de Maryland John Delaney, Y aunque para entenderlo en parte hay que considerar que esos candidatos luchan no solo por trasladar su mensaje sino por su mera supervivencia en las primarias (si no llegan a determinado porcentaje en las encuestas no entrarán en la siguiente ronda de debates en septiembre y un momento viral ayuda), evidencian una lucha más profunda en el partido intensificada desde la derrota de Hillary Clinton.

Es un duelo de elementos políticos e ideológicos, de discusiones que se mueven en términos de cambios estructurales profundos o la apuesta por alteraciones graduales, entre la conciencia de la necesidad de impulsar la motivación y la movilización ciudadana para una verdadera “revolución” como la que propone Sanders y la atención a quién es más “elegible” ante Trump.

CAMBIOS ESTRUCTURALES

Varios momentos del debate en Detroit plantearon abiertamente esos dilemas, y en algunos casos con tensión. “No entiendo por qué alguien pasa todo los problemas de presentarse a presidente solo para hablar de lo que no podemos hacer y por lo que no podemos luchar”, espetó Warren tras una de las críticas de Delaney a las propuestas progresistas que descalificó como “fábulas” o poco realistas y que, según él, son “promesas imposibles que asustarán a los votantes independientes y harán que Trump sea reelegido”. “Me cansan un poco los demócratas asustados de grandes ideas”, denunció Sanders.

En su declaración inicial Warren ya había planteado esa posición al decir: “no vamos a solucionar los problemas siendo el partido de pequeñas ideas y débil, los solucionaremos siendo el Partido Demócrata de grandes cambios estructurales”. Y en el debate cortó en seco críticas moderadas a su plan, compartido con Sanders, para hacer universal la sanidad pública gratuita en EEUU. “Somos demócratas, nadie quiere quitarle la cobertura médica a nadie”, dijo, para recordar a continuación. “Eso es una de las líneas de discurso republicanas y deberíamos dejar de usar líneas de ataque republicanas para atacarnos entre nosotros”.

Incluso Pete Buttigieg, el alcalde de South Bend y primer candidato milenial y gay, que se mueve en un área indefinida entre el centro y la izquierda, dejó una de las frases del debate que podía haber pronunciado Sanders o Warren. “Vamos a dejar de preocuparnos de lo que dicen los republicanos. Si adoptamos una agenda de extrema izquierda van a decir que somos una panda de locos socialistas. Si adoptamos una agenda conservadora ¿saben que van a decir? Que somos una panda de locos socialistas. Así que planteemos la política correcta y salgamos a defenderla”, planteó.

Quizá la mayor defensa de las ideas progresistas la hizo, no obstante, Marianne Williamson, autora y activista a la que muchos no han tomado en serio por un mensaje en el que habla de amor en política frente a odio y miedo pero que, sin embargo, en los dos debates ha conseguido generar el mayor interés en los espectadores al menos según determinan las búsquedas de Google. “Me pregunto por qué sois demócratas”, espetó a los moderados. “Pensáis que hay algo equivocado en usar instrumentos del gobierno para ayudar a la gente”.

Williamson también se granjeó aplausos con su firme defensa de las reparaciones para la comunidad negra por la esclavitud y la segregación y cuando habló de la realidad de un país dividido entre ricos y pobres y por colores de piel cuando dijo que en la comunidad rica de Michigan donde ella vivió no se habría producido el desastre de contaminación del agua en Flint, otra comunidad del estado pero pobre y de mayoría negra.

El debate entre demócratas, la búsqueda del alma del partido y la discusión sobre cómo ganar a Trump, no está solventado. En la lucha por la nominación siguen dominando numéricamente candidatos moderados como la senadora Amy Klobuchar, que este martes defendía que tiene “ideas atrevidas pero ancladas en la realidad” y otros bien posicionados en las encuestas como los dos protagonistas esperados del debate del miércoles, el exvicepresidente Joe Biden y la senadora Kamala Harris.