Muy a su pesar y a través de una carta, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, cedió ayer a la petición del primer ministro, Giuseppe Conte, y autorizó el desembarco de los 27 menores no acompañados que estaban a bordo del Open Arms, el buque humanitario que lleva 17 días en el mar, tres de los cuales en aguas italianas frente a la isla de Lampedusa. Poco antes de que se hiciera pública la misiva de Salvini, el fundador de la oenegé española, Oscar Camps, había advertido de que ya no podían garantizar la seguridad a bordo, con constantes peleas en medio de unas condiciones insalubres.

El lenguaje usado por Salvini en la carta enviada a Conte evidencia la complejidad política y jurídica de la crisis del Open Arms y cómo cada persona e institución implicada intenta sacarse de encima la responsabilidad del drama humano y social.

La actitud condescendiente del líder de la ultraderechista Liga ha sido interpretada por los diarios La Repubblica y La Stampa como un intento por recuperar terreno tras fracasar el pasado día 12 en su plan de presentar una moción de censura contra Conte, y en dictar el ritmo de la crisis del actual Ejecutivo del que forma parte.

«A pesar mío y por lo que se refiere a mis competencias y como enésimo ejemplo de leal colaboración, dispongo que no se pongan obstáculos a la ejecución de tu exclusiva determinación, no sin subrayar que continuaré persiguiendo en todas las instancias judiciales competentes las razones del derecho», escribió Salvini a Conte.

TRIBUNAL ADMINISTRATIVO / El viernes, el ministro del Interior apeló al Consejo de Estado contra la decisión del tribunal administrativo de Roma de permitir a la nave atracar en Lampedusa. Por otra parte, el decreto sobre seguridad elaborado por Salvini y aprobado por el Parlamento el 6 de agosto, poco después de empezar la crisis del Open Arms, no prevé que sea el primer ministro quien tenga la última palabra respecto a los desembarcos, sino que la decisión recaiga en el ministro del Interior.

Conte informó esta semana de que finalmente seis países, entre ellos España, están dispuestos a hacerse cargo de los rescatados. Sin embargo, Salvini manifestó su rechazo a permitir el desembarco ya que, según dijo, el acuerdo «no ha sido formalizado», no está por escrito.

Cuando al ministro del Interior le preguntaron por los inmigrantes que fueron evacuados de urgencia el jueves y viernes de la nave por razones de salud, respondió que eran «patrañas». Poco antes, el jefe del servicio médico de Lampedusa, Francesco Cascio, que se encuentra de vacaciones, había afirmado que entre las personas que desembarcaron esos días solo había un caso de «otitis, fácil de curar». «Si a bordo del Open Arms hay náufragos con las patologías descritas en el informe del Cisom (asistencia médica de la Orden Militar de los Caballeros de Malta), no se trata de los mismos que han desembarcado, ya que sus condiciones eran buenas», señaló el político ultraderechista. «Nos encontramos frente a la enésima tomadura de pelo de la oenegé española», añadió.

CADENA DE MANDO / Otro diagnóstico bien diferente hicieron los miembros de la organización Emergency, que operan en varios países del mundo y que subieron al barco. Todos ellos certificaron 20 casos de sarna, heridas infectadas de armas de fuego y «condiciones higiénico-sanitarias pésimas».

Cascio será interrogado los próximos días por la fiscalía de Agrigento (Sicilia), que ha abierto un sumario por secuestro de personas. La labor de los magistrados se centrará en reconstruir la «cadena de mando» de las distintas órdenes dadas en estos días para identificar al responsable.

En este contexto, el viernes, los fiscales enviaron a la policía de aduanas a la sede del centro de salvamento marítimo de la Guardia Costera de Roma, encargada de dirigir y coordinar los rescates con migrantes, en busca de documentos. Y ayer, además, la Fiscalía dispuso una inspección médica a bordo de la nave.

Por su parte, el tribunal de menores de Palermo procedió a nombrar tutores legales para todos los menores no acompañados que han podido abandonar el buque.