Los nombres de las calles de Roma con referencias a los intelectuales y científicos que apoyaron el Manifiesto de la Raza de 1938, que marcó el inicio de la exclusión de la vida pública de los judíos italianos —lo que luego culminaría con las deportaciones—, serán cambiados. Es lo que ha anunciado la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, de la formación de indignados Movimiento Cinco Estrellas (M5S), en una entrevista concedida al documentalista Pietro Suber que este lunes ha sido recogida por gran parte de los diarios italianos.

“Debemos acabar con esas cicatrices indelebles, que avergüenzan a nuestro país. Roma condena las leyes raciales y es una ciudad orgullosamente antifascista”, ha declarado la alcaldesa. “Ese manifiesto, al que se adhirieron 10 científicos, fue el supuesto sobre el que se basaron las leyes raciales, contribuyó a la completa exclusión de los judíos italianos de la vida pública y creó las circunstancias para las deportaciones de los nazi-fascistas”, ha añadido Raggi, cuyo anuncio se produce en plena campaña electoral por las generales del próximo 4 de marzo.

Giro antijudío

El Manifiesto de la Raza de 1938, publicado en 'Il Giornale d'Italia' el 15 de julio de ese año —y posteriormente reproducido en la revista 'La Difesa della Razza', un mes después—, selló el giro antijudío del régimen fascista italiano y del dictador Benito Mussolini, quien hasta entonces había tenido una amante judía (Margherita Sarfatti) y, en 1926, incluso había tenido un encuentro con Chaïm Weizmann, uno de los padres del sionismo. Sin embargo, a partir del Manifiesto de 1938, se afirmó que los judíos no formaban parte de la “raza italiana”, a lo que siguió, pocos meses después, su exclusión de todo puesto en el funcionariado público y de algunas profesiones (entre ellas, la de periodista), así como la prohibición de los matrimonios mixtos y la creación de escuelas solo para judíos.

No obstante, concluida la guerra, asesinado Mussolini y depuesto el rey Víctor Manuel III — quien había promulgado las leyes raciales y murió exiliado en Egipto en 1947—, muchos de los monumentos, estatuas y referencias en calles y plazas al régimen fascista no se retiraron y han permanecido hasta ahora en la capital italiana y en varias ciudades del Lacio, ante la indiferencia general. Un ejemplo es el enorme obelisco en honor a Mussolini del Foro Itálico de Roma, donde se puede leer “Mussolini Dux” y “Duce, le dedicamos nuestra juventud”, y que está a poca distancia del Puente Duca D’Aosta, donde también despuntan bajorrelieves fascistas.

La "raza"

La presencia de estos símbolos ha sido a menudo justificada por los arquitectos italianos por la calidad de algunos de estos monumentos, que remiten a la corriente arquitectónica del modernismo racionalista. Aun así, las asociaciones de partisanos y personajes como Laura Boldrini —presidenta del Congreso hasta su disolución en diciembre y hoy candidata del partido izquierdista Libres e Iguales— llevan tiempo condenando las inscripciones fascistas y pidiendo que se quiten. “Hay personas de 90 años que se han jugado la vida para luchar contra el fascismo y sienten malestar al pasar debajo de esas inscripciones”, denunciaba Boldrini en el 2015, levantando polémica.

“Ya hemos puesto en marcha el procedimiento para cambiar los nombres de todas las plazas y calles con referencias a ese Manifiesto”, ha anunciado ahora Raggi. Su decisión llega en momentos en los que algunos intelectuales han puesto en la diana también la palabra “raza”. que aparece en el artículo 3 de la Constitución italiana. Ha ocurrido después de que la semana pasada Attilio Fontana, candidato del centroderecha en Lombardía, llamó a defender la “raza blanca”, en el marco del debate sobre la inmigración.