Recién ocurrido el 30º aniversario de la caída del Muro de Berlín, el paisaje geopolítico al que se enfrenta Europa se parece poco al sueño de libertad y democracia sin fronteras de 1989. Hija de aquel inmenso acontecimiento histórico fueron las ampliaciones al Este de Europa del 2004, 2007 y 2013. Nacida para crecer y ejercer un irresistible poder de atracción -“fuera de Europa hace un frío que pela”, dijo una vez Javier Solana-, la UE se enfrenta ahora al difícil papel de gestionar el portazo de uno de sus principales miembros y, a la vez, fortalecerse para ser relevante en unas relaciones internacionales cada vez más selváticas.

El nacionalismo, el proteccionismo económico, las guerras comerciales, el populismo y los líderes autoritarios están en ascenso, incluso en países como Estados Unidos. A ello se suman la emergencia climática o el permanente goteo de violencia potencialmente explosiva en el vecino Oriente Próximo. La UE se pregunta cómo ser relevante y proteger sus intereses en un mundo poco amable con sus valores fundadores.

La primera tarea pasa inevitablemente por gestionar el golpe británico. De poco sirve pensar que el Reino Unido es la parte débil. Europa pierde a su segunda economía, cuarto contribuyente neto de su actual presupuesto (unos 10.000 millones de euros anuales), segundo ejército (representan un cuarto del total de las capacidades defensivas europeas) y un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. También se marcha su disuasión nuclear (ahora íntegramente en manos de Francia), su intensa red de poder blando (universidades, 'think tanks', etc.) y su “relación especial” con Washington.

A EXPENSAS DE LAS NEGOCIACIONES

Estos activos británicos no serán quizás extirpados por completo. Todo dependerá de las negociaciones que arrancarán ahora. A los británicos les interesará también generar sinergias con las estructuras de política exterior de la UE, pero a su vez Johnson y compañía deberán cumplir su promesa de reencarnar un Reino Unido global nítidamente separado de Europa.

A pesar del mordisco del 'brexit', o para algunos gracias a él -el Reino Unido ha sido a menudo un freno para la integración-, la UE ambiciona pesar más en el mundo y comenzar a hablar “el lenguaje del poder”, como ha sugerido Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. La presidenta Von der Leyen ha calificado a su equipo como una “Comisión geopolítica”.

Ante la rivalidad creciente entre Estados Unidos y China, la UE corre el riesgo de quedar atrapada entre el fuego cruzado. Europa tiene discrepancias serias con ambos países, pero también es consciente de que necesita un entendimiento estratégico con ellos para garantizar su prosperidad. Para lidiar con ambos poderes, la unidad de acción y lograr una autonomía defensiva -el paraguas norteamericano amenaza goteras - son inaplazables.

CUESTIONES GEOPOLÍTICAS

“El objetivo común europeo pasa por evitar un sistema bipolar en el que los estados miembros de la UE se vean obligados a escoger entre China o Estados Unidos en las principales cuestiones geopolíticas”, recomienda un reciente informe del Real Instituto Elcano. Los 18 países europeos analizados en dicho estudio consideran a Estados Unidos su aliado más importante, pero todos quieren explotar al máximo las relaciones económicas con China.

Ante el dilema de permitir al gigante chino Huawei participar en la creación de las redes 5G, los europeos van cada uno por su lado dado que no hay un mercado único de telecomunicaciones. De ese modo, al lidiar con las presiones de China (para facilitar su entrada) o de Estados Unidos (para bloquearla), la fragmentación europea evapora su fuerza.

La lucha contra el cambio climático es una tarea emergente que dominará cada vez más las relaciones internacionales y Europa está bien posicionada para ejercer su liderazgo. Los estados miembros, a excepción de Polonia, se han comprometido oficialmente al objetivo de lograr neutralidad climática en 2050. Hay sobre la mesa planes para un arancel que grave las importaciones en función de su huella medioambiental y el Banco Europeo de Inversiones financiará más de un trillón de euros en proyectos verdes hasta 2030.

LA NECESIDAD DE UN SISTEMA COMERCIAL MUNDIAL

Como reconoce Jean Pisani-Ferry, “el gran acuerdo verde no es uno más de los muchos proyectos de la UE. Es su nueva misión definitoria”. En el plano interior el éxito de la agenda verde dependerá de que sea capaz de crear puestos de trabajo y prosperidad, asegura Ferry. En el plano exterior, Europa debe lograr impulsar un sistema comercial mundial que refleje unas reglas claras que garanticen unos intercambios sostenibles, un objetivo que debe ser abordado junto con la reforma de la noqueada Organización Mundial del Comercio.

En las mentes europeístas que se sacuden estos días la tristeza del portazo británico, se dibuja el color azul de la bandera con estrellas, que representa la paz sellada a través de la integración durante décadas. Ahora se suma el verde, con una emergencia climática que debería servir a la UE para reconectar con muchos de sus ciudadanos y liderar en el mundo una batalla inaplazable.