A Donald Trump le gusta subrayar el hecho, cierto, de que el proceso de confirmación de su gabinete está sufriendo más retrasos que el de ningún otro presidente en la historia. Con solo seis de sus miembros confirmados por el Senado hasta este miércoles, Trump habla de “desgracia” y “obstrucción”, dice que los demócratas “deberían estar avergonzados” y les acusa de estar moviéndose por “razones puramente políticas”.

Y aunque parte de su argumentación pierde peso cuando se recuerda que el obstruccionismo es tónica desde los años 80 en Capitol Hill, donde alcanzó cotas inéditas cuando los republicanos lo convirtieron en un arma contra Barack Obama, hay otra a la que nadie le niega razón. Para los demócratas, en un momento de exiguo poder en Washington, la resistencia al gabinete del presidente es una batalla política. Y la tienen perdida, pero no esni mucho menos inútil.

Con su oposición a los elegidos de Trump y usando distintas tácticas para retrasar confirmaciones que no pueden evitar, los demócratas están preparando el terreno para retar a los secretarios cuando ya ocupen sus carteras y empiecen a hacer política. Porque para confirmar a los miembros del Gabinete solo hace falta una mayoría simple (algo que los demócratas estipularon en 2013 y que ahora se les ha vuelto en contra), pero para pasar legislación hacen falta en el Senado 60 votos y los republicanos solo tienen 52.

Con su batalla, además, los demócratas están animando a la ciudadanía a examinar atentamente las credenciales y posiciones de los elegidos de Trump, gente como la polémica e inexperimentada secretaria de Educación, Betsy DeVos, que tuvo que ser ratificada con un voto sin precedentes del vicepresidente, Mike Pence. Y han generado una movilización de oposición que puede ser la semilla para un esfuerzo más organizado. La mirada está puesta en 2018, cuando hay elecciones legislativas en las que tendrán la primera opción de recuperar algo de poder.

Hay un fuerte componente de teatralidad en lo que está sucediendo estas semanas en Capitol Hill, pero también esos episodios pueden dar frutos a los demócratas. Y un ejemplo es lo que sucedió el martes durante el proceso de confirmación de Jeff Sessions como fiscal general. A Elizabeth Warren, una de las senadoras favoritas de la izquierda, se le censuró mientras leía una carta que Coretta Scott King, la viuda de Martin Luther King, escribió en 1986 pidiendo que no se confirmara a Sessions (nominado entonces para un cargo de juez federal para el que no fue ratificado por sombras de racismo). Y a Warren no se le pudo oír en el Senado, perocolgó un vídeo en Facebook leyendo la misiva entera y en menos de 24 horas la habían visto casi ocho millones de personas.