Un año después del referéndum y tres meses después la notificación formal del Reino Unido a Bruselas, comunicando su deseo de salir de la Unión Europea, las negociaciones del ‘brexit’ comienzan este lunes, en las peores circunstancias para los británicos. En la capital comunitaria estará la delegación encabezada por el ministro David Davis, tratando de dar la impresión de que todo está bajo control. La realidad es otra. El Reino Unido llega a este punto crítico en medio de un caos político que desconcierta al resto de Europa. El Gobierno de Theresa May no tiene un plan definido para el ‘brexit’ y dentro de su Gabinete hay un enfrentamiento abierto sobre cómo afrontar el divorcio. Una nube de confusión envuelve a la delegación británica, que, tras el resultado fallido de las últimas elecciones tampoco tiene autoridad para asegurar posibles acuerdos. “El partido de Winston Churchill y Margaret Thatcher se ha convertido en una pandilla de grandes apostadores y payasos accidentales, que podrían haber matado el ‘brexit’ accidentalmente”, concluía esta semana el semanario alemán 'Der Spiegel'.

La primera ministra lucha por sobrevivir, después de jugársela en unas elecciones con las que ha perdido la mayoría para gobernar. Ahora May depende de un acuerdo con un oscuro partido noirlandés. La situación se ha agravado con su inepta respuesta al incendio de Londres. El suyo no es ni por asomo el mandato fuerte con el que pensaba llegar a las negociaciones para imponer un ‘brexit’ duro.

ALARMA EN EL MUNDO DE LOS NEGOCIOS

El resultado de los comicios ha cambiado el tono sobre la ruptura entre los conservadores. El ministro de Finanzas, Phillip Hammond, encabeza el grupo de ‘tories’ que se oponen a la estrategia europea de May. La primera ministra, voz de los euroescépticos más radicales, amenazaba con marcharse sin acuerdo si no se cumplían unas exigencias que no ha precisado. En su carta en enero activando el artículo 50, para consternación del mundo de los negocios, afirmaba que los británicos dejaban tanto el mercado único como la unión aduanera. Hammond reclama una posición “pragmática” en las negociaciones. “Las comenzaremos con un espíritu sincero de cooperación, adoptando un punto de vista pragmático y tratando de buscar soluciones que funcionen para el Reino Unido y para la Unión Europea”, ha declarado esta semana.

Hammond, al que May habría cesado si hubiera logrado una victoria rotunda en las elecciones, desea que la delegación británica rebaje el lenguaje agresivo y anteponga la economía y los negocios a la ideología. Y si May había puesto su principal objetivo en el control de la inmigración, Hammond ha venido subrayando la importancia capital que tiene para los empresarios británicos poder contratar trabajadores europeos cualificados. “Mi visión, y creo que la de la mayoría de los británicos, es que debemos dar prioridad al empleo, proteger el crecimiento económico, proteger la prosperidad, en el momento en que entramos en estas negociaciones”, ha advertido. Las negociaciones de fondo arrancarán en otoño; para entonces May quizá ya no esté en el poder.