Habla en susurros; suspira. Los ojos se le encogen. Las venas le laten en el cuello. Y finalmente se quiebra cuando se le pregunta por las torturas que ha vivido en un centro de detención de las milicias en Libia. "A los que no podíamos pagar (la extorsión exigida por los milicianos), nos pegaban con tubos de hierro o nos cubrían el cuerpo con azúcar y nos ataban a unos palos a la intemperie, desde muy temprano en las mañanas hasta la medianoche, para provocarnos quemaduras de sol y que los insectos nos atacaran", explica la somalí Jamila, en el centro de tránsito para solicitantes de asilo de Hamdallaye, a 40 kilómetros de la capital nigerina.Han pasado casi tres años desde que Jamila huyó de Al Shabab. El grupo yihadista somalí había asesinado a su cuñado y amenazado a su marido. Así un día -"era miércoles", recuerda la mujer, cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad- emprendió la ruta partiendo de la ciudad de Kismayo, en la sureña región de Jubaland, con destino Libia. Allí, después de ser violada y sujeta a vejaciones de todo tipo en las prisiones ilegales de las milicias libias, y tras un intento de cruzar el Mediterráneo repelido por los guardacostas del país, el destino de Jamila se cruzó con operadores del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

LA RESPUESTA DE LA ONU

Ellos fueron quienes, al oír la historia de Jamila, la incluyeron en el Emergency Evacuation Transit Mechanism (ETM), un programa de evacuación cofinanciado por la Unión Europea y al que también colaboran la Organización Internacional de Migraciones y oenegés locales. En tiempos de guerra en Libia y políticas insolidarias en Europa, el ETM ha sido la respuesta de la ONU a una crisis apremiante, para evacuar rápidamente de Libia a los solicitantes de asilo más vulnerables y enviarlos a Níger antes de su reubicación definitiva en un país seguro, en Europa o Norteamérica. Se externalizó un servicio fronterizo, para salvar vidas.

El mecanismo ha funcionado pero a medio gas. Solo un total de 1.336 solicitantes de asilo político han logrado hasta la fecha alcanzar un país seguro. El resto se ha quedado en una especie de purgatorio. Más de 1.400 ya evacuados a Níger están en casas protegidas en Niamey y en el campamento de Hamdallaye. Mientras que otros 4.000 ya han sido incluidos en el programa de evacuación pero aún se encuentran atrapados en cárceles en Libia. Son los considerados más en riesgo de una población total de solicitantes de asilo que, según la ONU, suman 57.000 personas en Libia.

SOLO 11 PAÍSES

Carlotta Sami, la portavoz de ACNUR para el sur de Europa, explica que, si bien el ETM fue creado en el 2017 -es decir, cuando los países de la Unión Europea (atizados por Italia) empezaron a dificultar la presencia de las oenegés en el Mediterráneo-, es importante que "el sistema sea más rápido". Esta rapidez, de hecho, hasta ahora no se corresponde con la realidad, pues la misión se ha revelado muy ardua por múltiples razones. La primera es, pese a las pantagruélicas negociaciones de las agencias humanitarias, solo 11 países han aceptado dar un nuevo hogar a estos refugiados: Bélgica, Canadá, Finlandia, Francia, Países Bajos, Noruega, Suecia, Suiza, Reino Unido, Estados Unidos y Alemania (Italia participa en otro proyecto de evacuación desde Libia, mientras que España no figura).La segunda es que Níger solo permite hospedar en su territorio a 1.500 refugiados para este programa. Y la tercera es que Libia, un país que jamás firmó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, únicamente permite evacuar a las personas de las nueve nacionalidades que considera como posibles refugiados.

LARGA ESPERA

Ahmed Roble se alisa las prendas desvencijadas antes empezar a hablar. Cuenta que abandonó su país, Etiopía, tras las protestas estudiantiles del 2016, y que también intentó huir por el Mediterráneo, pero fue capturado por los guardacostas libios y devuelto a ese país. Ahora, ya libre, dice, sus días transcurren en la lentitud. "Qué hago todo el día? Me despierto, almuerzo con mi esposa y aguardo. No hago mucho más", cuenta este joven. El tiempo de espera en Níger puede variar entre los seis y nueve meses, aunque también hay casos de refugiados que ya llevan un año sin saber cuándo se irán.

No es un dato insignificante. De ese plazo de tiempo depende que puedan llegar nuevos evacuados desde Libia. "Esto genera desconfianza en el sistema e impide que más personas se puedan beneficiar", critica Judith Sunderland, de la organización Human Rights Watch (HRW). Pero Binian, un eritreo de 20 años, no pierde la esperanza. "Hace tres meses, Francia me aceptó. Quisiera encontrar un trabajo como cocinero", explica. "Solo estoy esperando unos papeles que no han llegado aún", añade, mientras la mirada se le pierde en el vacío.