Su imagen, su dibujo, su serigrafía, está por todas partes. En cualquier sitio, escenario público, oficina, comercio, negocio u objeto. No hay rincón de Doha, la capital de Qatar, un país similar en extensión a Murcia, principal adalid de la primavera árabe y boicoteado por sus vecinos de Arabia Saudí, Dubái, Emiratos Árabes y Baréin -que le acusan de patrocinar el terrorismo-, donde no aparezca la representación creada por el artista qatarí Ahmed bin Majea Almaadheed «en honor del hombre, del líder, del mandatario que ha cambiado Qatar y nos ha proporcionado, contra esos adversarios, una vida estupenda».

Los qatarís, todos, los nativos y los extranjeros, que suponen el 80% de la población, han respondido a la crisis diplomática con los países árabes con una ola de patriotismo en torno a su emir, Tamim bin Hamad Al Zani, de 37 años, dos esposas y cuatro hijos. El dibujo de Tamim el Glorioso está desnudo, sin el tradicional turbante, con la idea, se supone, de que no provoque rechazo y sea asumido por todos los habitantes de Qatar, que, en efecto, han compartido esa imagen.

Hace algunos meses, Beverley Milton-Edwards, analista del centro de estudios de Brookings de Doha, reconoció a la agencia Efe que «es evidente que la crisis diplomática actual, liderada por Arabia Saudí, Dubái, Emiratos Árabes y Baréin, ha fortalecido la posición del emir de Qatar en el interior de su propio país». Tamim el Glorioso heredó Qatar en el 2013, cuando su padre lo convirtió en el máximo responsable del país. «Si algo ha reforzado la crisis es la sensación de que la marca Qatar resuena fuerte y es poderosa», comentó Milton-Edwards.

Dueño del PSG y mucho más

El emir de Qatar es dueño, entre muchas cosas, de los almacenes Harrods, Tiffany, Valentino, los estudios Miramax (Disney), Credit Suisse, el Paris Saint Germain y la poderosa cadena de televisión Al Yazira. Su imagen aparece en las fachadas de innumerables edificios, en los rascacielos del centro financiero, en los escaparates del zoco, en los cristales y parabrisas de los coches, de muchísimos coches, de casi todos los coches, en las pantallas de los cajeros automáticos de los bancos, en las cristaleras de las tiendas, peluquerías, comercios y restaurantes e, incluso, en los perfiles de muchos habitantes de Qatar en las redes sociales. Ni que decir tiene que miles de teléfonos móviles tienen la imagen de Tamim en su funda protectora.

En realidad fue así como arrancó la fiebre de apoyo al líder de todos los qatarís, de dentro y fuera del país. Ahmed bin Majea Almaadheed hizo el dibujo y lo colgó en su cuenta de Twitter y, según ha explicado él mismo en innumerables ocasiones, «durante las siguientes cinco horas mucha gente se puso la imagen en su perfil, la publicó y se extendió por todos lados». El diseñador gráfico, de 28 años, asegura que ninguna obra que ha realizado para campañas publicitarias ha tenido una repercusión parecida.

Pese a que hay mucha gente en la ciudad que comparte el dicho popular que dice que, «en Doha, los que hablan, ignoran; y los que saben, callan», lo cierto es que cuando paseas por su popular zoco la imagen de Tamim el Glorioso está en todos los lugares, paredes y escaparates. Un vendedor filipino del zoco, Matrai, afirma que «todo el mundo apoya al emir en Qatar, tanto los qatarís como los extranjeros». Aprovechando la ola de patriotismo, en su tienda de recuerdos ha desplazado los objetos con la imagen de la perla, producto tradicional qatarí, para poner en primera línea desde adhesivos a tazas, relojes o espejos con la imagen del mandatario.

En este mismo micromundo de Doha, donde cientos de personas conviven a diario, compran, pasean, negocian y se distraen, la idea más generalizada es que Qatar es boicoteado, no porque financie el terrorismo, «sino porque se niega a someterse, como han hecho el resto de vecinos, a los dictámenes de Arabia Saudí». Según esta tesis, «Qatar es el único país de su entorno que decide por sí mismo, libre, capaz de ganarse la amistad de los demás e, incluso, de ser sede del Mundial de fútbol del 2022, cosa que provoca envidia».