El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö es el anfitrión oficial de la primera cumbre bilateral entre el presidente de EEUU, Donald Trump y su homólogo ruso, Vladímir Putin. Pero de haberse celebrado el encuentro un siglo antes, sería en realidad el líder del Kremlin, apodado el 'zar' por su empeño en recuperar parte de la simbología imperial rusa tras su llegada al poder en el 2000, el maestro de ceremonias.

El escenario de la cumbre es el Palacio Presidencial en Helsinki, un elegante y sólido edificio de estilo neoclásico obra del arquitecto alemán Carl Ludvig Engel en el centro de la capital finlandesa, que sirvió de residencia oficial de la dinastía Romanov durante los años en que Finlandia formó parte del Imperio ruso como un gran ducado autónomo, entre 1809 y 1917.

Durante este periodo, el emperador ruso era a la vez el gran duque de Finlandia, aunque pudo mantener muchas de sus leyes e incluso su propio parlamento, denominado Dieta. La monarquía respetaba el autogobierno ruso mientras impulsabaa la vez la rusificación del país, lo que empujó a muchos finlandeses a colaborar con la administración zarista.

Visita de los Romanov

La construcción del entonces Palacio Imperial de Helsinki acabó en 1845, y recibió la primera visita de un miembro de la familia Romanov, concretamente del gran duque Constantino, uno de los hijos del zar Nicolás I, nueve años más tarde, en 1854. Fue visitado con frecuencia por el zar Alejandro II, uno de los monarcas más liberales de Rusia, durante su reinado, entre 1855 y 1881. En esta época, el edificio incluso contó con una Sala del Trono donde el emperador ruso celebraba audiencias.

Un siglo y medio más tarde, la antigua residencia imperial recibe la visita de un presidente ruso al que no le disgusta el apodo de 'zar'.