El presidente ruso, Vladímir Putin, cumplió ayer con el ritual anual del maratón telefónico televisado. Durante varias horas, el líder del Kremlin contestó a las preguntas enviadas por los ciudadanos a través del correo electrónico o teléfono, impulsando su imagen de dirigente que resuelve problemas, en un ejercicio cuyos críticos tachan de «farsa» destinada a hacer creer a la audiencia que tiene capacidad de influencia en los asuntos del Estado.

Como cada año, abordó un amplio espectro de cuestiones, desde problemas locales concretos en localidades remotas hasta cuestiones de política internacional. Y siguiendo el guion de otros años, prometió que seguiría defendiendo lo que calificó de «intereses» de Rusia. «Está claro que tenemos que defender nuestros intereses tanto en el campo de la economía como en otros ámbitos estratégicos».

Uno de los principales escenarios donde, según el mandatario ruso, se juegan esos intereses es en Siria, país en el que las tropas rusas permanecerán sin fecha de salida, ya que «llevan a cabo importantes tareas y ayudan a nuestros intereses en la vital esfera económica ».

SOBRE LAS SANCIONES / Acerca de las sanciones, el presidente cree ver un resquicio para su próximo levantamiento, pese a que muchos líderes mundiales han vinculado semejante movimiento a la existencia de «progresos» en Ucrania. «Se acabarán cuando nuestros socios vean que son inefectivas, contraproducentes y dañinas para todos». La novedad de este año fue la mención a los oligarcas sancionados en el extranjero, dos de los cuales -Oleg Deripaska y Roman Abrámovich, que acaba de obtener la nacionalidad israelí- están atravesando una mala situación. Con estas medidas, las principales economías del mundo «están dañando nuestra confianza en sus políticas económicas», dijo. Reprimió a sus conciudadanos empresarios: «Les advertí y les recomendé que mantuvieran sus capitales en Rusia».