En silencio, a la sombra, mientras todos los ojos estaban puestos en la joven activista medioambiental Greta Thunberg, el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, se ha llevado el Premio Nobel de la Paz del 2019. El comité noruego ha reconocido su labor de reconciliación con la vecina Eritrea tras más de dos décadas de enfrentamiento por el control de la zona fronteriza.

"La paz no surge de las acciones de una sola parte. Cuando el primer ministro Abiy extendió la mano, el presidente Afwerki la agarró y ayudó a formalizar el proceso de paz entre los dos países", argumentan los integrantes del comité para añadir: "Esperamos que el acuerdo de paz ayude a provocar un cambio positivo para toda la población de Etiopía y Eritrea". Un premio en el que el comité, además, reconoce a otros actores "que trabajan en favor de la paz y la reconciliación en Etiopía y en las regiones del este y noreste de África".

El político recibirá el galardón, que conlleva una retribución económica cercana a los 900.000 dólares, el próximo mes de diciembre en Oslo. Ahmed se ha medido con otros 300 candidatos -233 individuos y 78 organizaciones- incluidos en una lista secreta que el comité no puede hacer pública hasta dentro de 50 años. Por eso, el comité, poco amante de las filtraciones, ha descrito como "meras conjeturas" las quinielas que apostaban por la adolescente sueca.

EL CAMBIO PARA ETIOPÍA

Nacido en 1976 en el sur de Etiopía, es hijo de padre musulmán de la etnia Oromo y de madre cristiana de la etnia Amhara, una cuna idónea para fomentar un carácter conciliador en un país fuertemente desgastado por conflictos interétnicos que todavía perduran. Se formó en la universidad de Addis Abeba en seguridad y paz y completó su formación en Londres con un master sobre liderazgo. Comprometido políticamente desde su adolescencia, destaca su lucha contra el régimen Dergue -una junta militar comunista-.

Ahmed fue nombrado primer ministro en abril del 2018 tras la denuncia inesperada de su antecesor, Hailemariam Desalegn. En poquísimo tiempo, no solo ha ejecutado cambios de gran calado que han transformado su país sino también ha rubricado la paz con Eritrea tras una guerra (1998-2000) y 20 años de enfrentamientos que se han saldado con cientos de miles de víctimas.

En un país con miles de opositores encarcelados, Ahmed abrió las prisiones en sus primeros meses de mandato, permitió a los liberados volver a sus casas, levantó el estado de emergencia y desbloqueó canales de televisión y redes sociales. Igualmente se le atribuyen reformas de liberalización en un país fuertemente controlado por el Estado.

UN "RECONOCIMIENTO ETERNO"

La oficina del primer ministro ha considerado el galardón como un "orgullo" y el "reconocimiento eterno" de los ideales de "unidad, cooperación y coexistencia mutua". "Este reconocimiento es un testimonio eterno a los ideales del Medemer (en amárico "permanecer juntos" o "sinergia") que el primer ministro permanentemente ha liderado", añade el comunicado.

El Nobel de la Paz también se fue el año pasado a África de la mano del médico congoleño Denis Mukwege, que lo compartió con la activista iraquí yazidí Nadia Murad, ambos distinguidos por sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra y en conflictos armados.