Líderes religiosos, expresidentes, generales del Ejército, alcaldes, gobernadores... Nunca fue tan evidente la soledad del presidente Donald Trump, ampliamente criticado por la actitud belicosa con la que está afrontando las protestas contra la brutalidad policial y el racismo institucional que contamina la vida de EEUU.

La militarización instigada por la Casa Blanca, su desdén por los derechos constitucionales y la ausencia de una estrategia para reconducir la rabia que recorre el país han desatado un aluvión de condenas de cargos con un enorme peso institucional que raramente se inmiscuyen en los asuntos del presidente. Tampoco le han servido para frenar las marchas multitudinarias, en protestas por el asesinato en manos de la policía de Mineápolis de George Floyd, convertido ya en un mártir de los derechos civiles.

«Trump es el primer presidente desde que estoy vivo que no trata de unir al pueblo estadounidense, ni siquiera lo aparenta», escribió el miércoles el exsecretario de Defensa, James Mattis, en una impugnación demoledora de su antiguo jefe. «Estamos asistiendo a las consecuencias de tres años de liderazgo inmaduro».

Mattis fue el primer jefe del Pentágono de Trump, un cargo del que dimitió a principios del 2019 en protesta por la decisión del presidente de retirar a las tropas de Siria. Hasta ahora se había resistido en gran medida a criticarle, pero el miércoles le acusó de abusar de su poder al pisotear el derecho constitucional a la asamblea pacífica. Trump calificó en Twitter a Mattis como el «general más sobrevalorado de la historia».

Unos días antes, el expresidente George Bush, había dicho que «aquellos que silencian estas voces no entienden el significado de América». Los ánimos en el Ejército están muy enrarecidos. Trump ha puesto a los militares, siempre reacios a inmiscuirse en los asuntos internos, contra la espada y la pared. Esta semana el sucesor de Mattis, Mark Esper, rechazó de pleno sus intenciones de desplegar a los uniformados para sofocar las protestas cuando los soldados que estaban ya preparados en la capital para tomar las calles.

VACÍO DE LIDERAZGO / Pero Esper también ha sido ampliamente criticado por sus invocaciones para «dominar el espacio de batalla» o por «actuar como un perro faldero» de Trump al acompañarle en su procesión hasta la iglesia, las palabras que utilizó la senadora y veterana del Ejército, Tammy Duckworth.

Los grandes referentes del país han cerrado filas en su apoyo a las manifestaciones y las condenas del racismo, tratando en algunos casos de contrarrestar el vacío de liderazgo que emana de la Casa Blanca. Barack Obama dijo el miércoles que estas protestas son más representativas de la sociedad estadounidense que el movimiento de los derechos civiles e instó a aprovechar el momento para transformar el país. «Esta es una increíble oportunidad para que la gente despierte», afirmó el expresidente.

Diez días después de la muerte de Floyd, tras la indignación, las manifestaciones, las revueltas y los primeros pasos de la justicia, ayer fue el día del recogimiento y el homenaje, una pausa, no un punto final. Dentro del Trask Worship Center de North Central University, la familia y 900 invitados asistieron a un memorial privado pero seguido por cientos de personas a través de altavoces al aire libre en este campus del downtown de Mineápolis, por cientos de miles más en pantallas de todo el mundo.

Era gente de todas las edades, de todas las razas. Todos querían «apoyar a la familia, a la comunidad» y recordar a todos los muertos. También, como decían Richard y Rachel Rohling, un matrimonio multirracial, «ser parte del cambio». Porque todos aquí esperan no solo «justicia», sino también cambio.

Lo decía Mario Grant, de 23 años, que espera «un mundo mejor en que no tenga que temer por mi vida por el color de mi piel». Y también lo esperaba Jam Reff, de 73 años. Ella recuerda una era en la que ni siquiera se le permitía ir en los autobuses con los blancos, recuerda el asesinato de Martin Luther King, las revueltas que tuvieron lugar entonces... «No sé si esto es diferente», decía reflexionando sobre los últimos 10 días, «pero es profundo».