El presidente sirio, Bashar al Asad, lo negó todo. Negó que en Guta estén muriendo civiles; negó que él y su aliado -Rusia- estén bombardeando la región. Y dijo que todo lo que sale en los medios es mentira: que todo es un complot occidental, «cuyos gobiernos apoyan a Al Qaeda». «No hay tregua. La operación en Guta seguirá», afirmó este pasado domingo.

Pero las imágenes que llegan de esa zona controlada por los rebeldes son reales e indican todo lo contrario. Como la foto que acompaña a esta información y en la que se ven los cuerpos sin vida de dos niños víctimas de los bombardeos.

Desde hace 15 días -aunque el régimen lo niegue-, en Guta han muerto más de 700 civiles. Los proyectiles de Damasco y Rusia lo destrozan todo. La comida no llega. Asad tiene sitiada la zona desde el 2013. De vez en cuando, Damasco deja entrar algún convoy humanitario con alimentos y medicinas para algunos pocos miles de personas. Insuficientes: en Guta hay 400.000 civiles atrapados. El último convoy entró ayer, después de que Naciones Unidas y Cruz Roja Internacional insistieran durante semanas. También insuficiente: los 46 camiones de este convoy llevaban alimentos y medicinas para 33.000 personas. Pero Asad requisó el 70% del material. «Se han llevado todos los paquetes médicos para operar, hacer diálisis y toda la insulina», denunció un representante de la OMS. En Guta hay unos 2.500 heridos por los bombardeos. Médicos Sin Fronteras explica que, sin poder tratarse, muchos acaban muriendo.

Hace una semana, Rusia aprobó una «tregua humanitaria» de cinco horas cada mañana. Nadie la ha cumplido, sino que más bien ha servido para que las fuerzas leales a Asad aceleren la ofensiva aún más. En las últimas horas, Damasco ha pasado a controlar el 33% de la región. Los bombardeos sobre civiles y los combates contra las milicias opositoras no han parado. «Continuaremos -dijo Asad este domingo-. La mayoría de los civiles de Guta quieren escapar de los terroristas bajo la protección de la patria».

VOCES CONTRARIAS / Pero las voces desde dentro de la región dicen lo contrario. «Yo quiero quedarme en Guta. Esta es mi casa. Pero si Asad nos conquista, no tendremos otra que huir. No confiamos en un hombre que lleva años matándonos», explica a este diario Sarmada, una joven profesora que, pese a todo, confía: «Ojalá las milicias de Asad no consigan entrar».

Esta vez, sin embargo, parece distinto. Cada hora que pasa, el régimen avanza más por el este. En las próximas horas, parece, habrá avanzado tanto que Guta quedará partida por la mitad; dividida en dos.

Para que los civiles salgan de Guta, Rusia estableció hace una semana un corredor humanitario. No hay constancia de que nadie lo haya usado. El joven Firas vive en Duma, la capital de Guta y donde, supuestamente, está ese corredor humanitario. Lo explica enfadado: «No lo hay. No lo han puesto. Es todo mentira».