No está claro que las medidas anunciadas este lunes por Emmanuel Macron sean suficientes para devolver la calma al país tras un mes de protestas. Al 59% de los franceses no les convenció la intervención del presidente a pesar de que valoran los avances para mejorar el poder adquisitivo, según un sondeo del instituto Odoxa para Le Figaro y France Info. Macron pidió a las empresas abonar una paga extra en Navidades y se comprometió a subir 100 euros el salario mínimo, a no gravar fiscalmente las horas extraordinarias y a retirar a los jubilados con pensiones más modestas un impopular impuesto. Pero no cedió un ápice en su intención de continuar adelante con las reformas y defendió la decisión de eliminar el impuesto sobre el patrimonio alegando que hay que evitar que los ricos huyan del país.

Entre los chalecos amarillos hay división de opiniones. Unos son partidarios de una «tregua» al ver en las palabras del presidente la mano tendida al diálogo. «Ahora hay que salir de esta crisis porque no podemos pasarnos la vida en las rotondas», dijo Jacqueline Mouraud, portavoz de los llamados chalecos amarillos libres, corriente moderada. Otros creen que habrá que seguir en la calle. «Demasiado poco, demasiado tarde tras demasiada violencia y desprecio», lanzó Eric Drouet, un portavoz del movimiento.