El proyecto de ley sobre asilo e inmigración que aprobará el Gobierno francés el próximo 21 de febrero se vislumbra como un campo minado para Emmanuel Macron. Siendo candidato, el actual presidente solía poner el acento en el drama humano del fenómeno migratorio, pero su tono se ha endurecido desde que ocupa el Elíseo.

Aunque en su discurso sigue defendiendo la necesidad de lograr un equilibrio entre eficacia y humanismo, el nuevo texto ha puesto en pie de guerra a asociaciones, oenegés, intelectuales progresistas e incluso a la Iglesia católica.

La reforma legislativa pretende acelerar los trámites administrativos para resolver las peticiones de asilo político con mayor rapidez y agilizar las expulsiones de los inmigrantes económicos.

En el 2017, más de 100.000 demandas de asilo fueron presentadas por estos últimos, en su mayoría albaneses y ciudadanos de África occidental. El Estado aumentará en 1.000 millones de euros el presupuesto del 2018 para la asistencia médica a los 'sin papeles', pero reducirá los recursos destinados a los centros de retención administrativa.

Con todo, el principal escollo con el que tropieza la reforma es una circular firmada el pasado 12 de diciembre por el ministro del Interior, Gérard Collomb, pidiendo a las asociaciones que colaboren en la elaboración de un censo registrando la situación administrativa de los migrantes de los centros de acogida.

La medida ha provocado una auténtica tormenta política y ha llevado a las asociaciones a presentar una petición en el Consejo de Estado para que se anule o se modifique. Desde la Fundación Abbé-Pierre hasta Médicos sin Fronteras, pasando por Francia Tierra de Asilo o Derecho al Alojamiento, todas han denunciado lo que consideran una verdadera "selección" de los migrantes en base a su nacionalidad o estatus administrativo.

La circular en cuestión echa por tierra uno de los grandes principios de la República: la acogida incondicional de los errantes. Las oenegés temen que Francia vaya camino de perder una de sus principales señas de identidad.

“Bienvenido al país de los derechos humanos”

Haciéndose eco de ese temor, el semanario 'L’Obs' publica este jueves una durísima portada en la que muestra el rostro en blanco y negro de Macron tras una alambrada y el irónico titular "Bienvenido al país de los derechos humanos".

En la revista, diversos intelectuales dan la voz de alarma ante los planes de Macron. Entre ellos, el premio Nobel de Literatura Jean Marie Le Clézio, que denuncia una política "asquerosa" y una "negación de humanidad insoportable". "¿Cómo distinguir a los que merecen ser acogidos por razones políticas y los que no son dignos?", se pregunta el escritor. "Ningún Gobierno, desde la segunda guerra mundial se ha atrevido a ir tan lejos", señala, por su parte, el historiador Patrick Weil, que reprocha al presidente mantener un doble discurso. "Por el día da la bienvenida a los refugiados y por la noche firma órdenes que los pone en la calle".

La conferencia episcopal francesa se ha sumado al debate al exigir que los centros de acogida de emigrantes y personas sin hogar sean "sagrados". "Son lugares en los que la gente tiene que gozar de protección. Si los funcionarios del Estado vienen a hacer una selección, los migrantes no acudirán y se encontrarán en la calle", alerta. Su presidente, monseñor Georges Pontier, ha apelado a todos los católicos a comprometerse en la acogida de refugiados.

Falsos buenos sentimientos

Desde Roma, donde este jueves se ha reunido con el jefe del Gobierno italiano, Paolo Gentiloni, Macron ha respondido a las críticas con la siguiente frase: "Hay mucha confusión entre los intelectuales. Hay que evitar los falsos buenos sentimientos". "La humanidad sin eficacia, no es más que una palabra bonita. La eficacia sin humanidad es la injusticia", ha añadido.

Es el mismo argumento que el primer ministro, Edouard Philippe, ha repetido a las 26 asociaciones humanitarias con las que se ha reunido en el Palacio de Matignon para intentar desactivar un duro pulso que no ha hecho más que empezar.

El segundo frente del Ejecutivo tendrá como escenario la Asamblea Nacional, donde el debate del texto amenaza con ser tormentoso. La ley divide incluso a la La República en Marcha (LREM). Muchos diputados de la formación del presidente procedentes de las filas de la izquierda ya han abierto el fuego contra la reforma.

"Los migrantes huyen de sus países en guerra, de un futuro económico y climático incierto, las plazas en los centros de alojamiento son insuficientes. Los centros de retención se convierten en centros de detención y son indignos de nuestra República", criticó el pasado diciembre en el hemiciclo la diputada de LREM Sonia Krimi.