Nada más comenzaron a escucharse los eslóganes de la concurrencia llamando «ladrón» a Putin, Pavel, técnico informático de 32 años, se aproximó al grupo de antidisturbios que rodeaba la estatua del poeta Aleksánder Pushkin, en la plaza homónima de Moscú, y depositó un ramillete de flores a los pies de uno de ellos, gesto al que el policía le respondió con una mueca de indiferencia. «Ellos son tan víctimas de este régimen como nosotros, pero no pueden hablar», se desgañitaba ante los reporteros.

Pavel era uno de los 4.000 manifestantes que ayer participó en un acto organizado en la capital rusa por el bloguero y opositor Alekséi Navalny para protestar contra su exclusión de la parrilla de candidatos por la Junta Electoral en las presidenciales de marzo, alegando que ha sido condenado en un discutible caso de corrupción. Un centenar de ciudades rusas vivieron eventos similares en los que miles de ciudadanos pidieron el boicot a la cita electoral, eventos que congregaron a menos público que en convocatorias anteriores realizadas por el disidente. Entre el centenar largo de arrestados en la capital rusa se hallaba el propio Navalny, aprehendido por una decena de antidisturbios en plena calle, placado en el suelo y arrastrado posteriormente a un furgón policial mientras los acompañantes gritaban «pozor!» (vergüenza, en ruso).

No lejos de allí, Ala Petrova, de 62 años, pese a los cinco grados bajo cero que marcaba el termómetro, sostenía impasible un cartel en el que podía leerse: «Quiero vivir hasta el cambio de régimen». Esta mujer era casi una excepción entre un público donde predominaban los veinteañeros y como máximo treintañeros, y barbas e indumentarias hipster. «Putin es una continuación de Stalin», criticaba.

Petrova está encantada de que sean las generaciones jóvenes quienes lleven la voz cantante en el movimiento de protesta contra el Gobierno, y lamenta que sus coetáneos, los pensionistas, se hayan convertido en el «granero de votos» del líder del Kremlin, en palabras empleadas por muchos expertos. «Yo no añoro la URSS; nunca he votado por Putin y nunca lo haré», puntualizaba.

Asiendo con la mano izquierda una bandera rusa, Iván Tenkov, de 22 años, pelo revuelto e incipiente perilla, encajaba mucho mejor en el prototipo de manifestantes concentrados en el centro moscovita este domingo. Destaca la «absurdidad» que supone ir a votar cuando el resultado ya se conoce de antemano y critica que no se pueda respaldar «al candidato» que ellos proponen, es decir, Navalny. «No hay futuro en Rusia mientras Putin siga en el poder; la mitad de la población vive en la pobreza debido a la corrupción del presidente y sus ministros», denunciaba.

Entre los asistentes, algun joven con los ojos ocultos tras gafas de sol, que declinaba dar su nombre real y cantaba, acompañado de una guitarra, una canción contra el Gobierno.