“Los países deben recordar su historia, pero nunca deben quedarse atrapados en ella”. El presidente Sebastián Piñera buscó el equilibrio imposible a la hora de conmemorar los 45 años del episodio de marcó a Chile a sangre y fuego: el golpe de Estado contra Salvador Allende. El tiempo pasa y las heridas no terminan de cerrarse en un país que volvió mostrar sus desacuerdos sobre lo ocurrido: una parte se movilizó, la otra, decidió permanecer en silencio.

Piñera intentó hablarle a todos durante el austero acto que se realizó en el mismo Palacio de la Moneda que fue atacado por los aviones de la Fuerza Aérea antes de que Allende le dijera a los chilenos que más temprano que tarde caería sobre los conjurados la condena moral y que los procesos sociales no se detienen ni con el crimen ni con la fuerza. El actual presidente de derechas, pero contrario desde siempre al dictador Augusto Pinochet, dijo que este 11 de setiembre no tiene que servir “para profundizar en el odio, sino para sacar lecciones”.

En ese sentido, llamó a sus compatriotas “y muy especialmente a los que tienen responsabilidades especiales por ejercer cargos de elección popular” a no perder de vista “la gran misión y el gran desafío que tenemos por delante y a no dejarnos atrapar por las pequeñas divisiones o los pequeños rencores que tantas veces nos han desviado del camino”. Piñera buscó no ofender a la derecha nostálgica que lo votó hace una año para sacar del poder a la centro izquierda. “La democracia chilena no murió de muerte súbita” en 1973 sino que “venía muy enferma y de mucho tiempo”, pareció decirles a ellos. Y, a la vez, expresó su solidaridad “con todos aquellos familiares de aquellos que perdieron su vida” a partir de ese día fatídico.

Afuera de ese Palacio presidencial atravesado por el drama político, en Santiago tuvieron lugar diversas manifestaciones y actos de conmemoración. Hubo quienes se detuvieron o cesaron brevemente sus actividades a las 11.52 de la mañana, la hora en que se dispararon los primeros cohetes contra la sede del Poder Ejecutivo. El Museo de la Memoria revivió en tiempo real minuto a minuto aquel 1973. La senadora socialista Isabel Allende, hija del extinto presidente, fue recibida con ovaciones en la antigua sede parlamentaria. Los partidos Socialista de De la Democracia, llegaron hasta el monumento levantado en homenaje a Allende frente a La Moneda y depositaron ofrendas florales.

“Fue un demócrata ejemplar”, enfatizó el actual líder socialista, Álvaro Elizalde. La ex senadora demócrata cristiana Carmen Frei también tuvo algo que decir sobre otro ex jefe de Estado. Ella volvió a reclamar justicia por la muerte de su padre, Eduardo Frei, quien fue presuntamente asesinado en 1982 por la dictadura. “Los pactos de silencio, desgraciadamente, siguen en pie”.

A la par, y como la protesta de las vísperas, una larga procesión llegó hasta el Cementerio General de Santiago con una doble exigencia: no olvidar lo sucedido y exigir justicia. El pasado 1 de agosto, el Tribunal Supremo concedió la libertad a siete represores en medio de un fuerte rechazo social. El Frente Amplio y la Nueva Mayoría, las fuerza de izquierda y centro izquierda, respectivamente, presentaron una acusación constitucional contra los tres jueces que beneficiaron a los condenados por delitos de lesa humanidad. A su vez, el ministro de Cultura, Mauricio Rojas, se vio obligado a dimitir después de menospreciar la importancia del Museo de la Memoria. “Más que un museo, se trata de un montaje” que tiene un “uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tanto nos tocó tan dura y directamente”, dijo en su momento.