«Puede que a algunos os parezca interesante; a otros, triste; a otros más, solo entretenido. Pero para nosotras, este periódico es lo más valioso que tenemos ahora». El editorial inaugural de 'Aves Migratorias', una publicación creada por un grupo de afganas residentes en el campamento de refugiados de Schisto (a las afueras de Atenas), habla alto y claro sobre una crisis, la migratoria, que ha pasado prácticamente de moda en los medios de comunicación: «Algunas de las compañeras nos dejaron durante este periodo. Decidieron arriesgarse de nuevo y seguir su viaje hacia el norte de Europa».

Otras se quedaron y sacaron adelante el periódico, de ocho páginas, escrito en farsi, traducido al griego y el inglés y que salió publicado por primera -y hasta el momento única- vez a mediados de abril. Este mes de junio verá de nuevo la luz, también en esta ocasión como suplemento el diario griego 'Efimerida ton Syntakton', un rotativo de izquierdas en manos de una cooperativa de periodistas que les ha echado una mano con el proceso.

«Hace casi un año, la Red de Derechos de la Infancia empezó un programa de actividades en el campamento de Schisto. Nuestro grupo de adolescentes afganas se sentaron en torno a una mesa y empezaron a intercambiar ideas sobre asuntos que les preocupan, como los derechos de la mujer, la educación, la situación en los campamentos... Y se nos ocurrió la idea de un diario», cuenta a EL PERIÓDICO Mahdieh Hossaini, una de las redactoras más activas. «La cabecera, 'Aves Migratorias' -continúa Hossaini- describe más o menos la situación en la que vivimos en este momento y en la que parece que vamos a estar bastante tiempo. Somos las aves migratorias de este mundo, pero no elegimos un período específico del año para hacerlo. Solo buscamos un lugar pacífico en el que estar y esperamos que llegue un día en el futuro en el que podamos regresar a nuestro hogar».

FINANCIADO POR ACNUR

Mientras tanto, tratan de explicarse a través de las páginas de la publicación, una iniciativa financiada por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la agencia humanitaria de la Unión Europea (ECHO).

«Me solía gustar la noche. Me encantaban las estrellas, brillando en el cielo oscuro. Sin embargo, desde que me convertí en una refugiada y una residente de un campamento, me he dado cuenta de que no todas las noches son hermosas. La belleza del día y la noche dependen de la situación de uno mismo», relata en el primer número de 'Aves Migratorias' Parastou Hossaini, una estudiante de Biología de 22 años que lleva más de un año varada en Grecia. «Cuando cae la noche, un silencio espeso cubre el campamento y me provoca un miedo de muerte. El ulular de los búhos me llena de pavor el corazón, ya que en nuestra cultura los búhos son un mal augurio. Luego sopla el viento y parece que se va a llevar nuestra tienda -prosigue la joven, nacida como refugiada en Irán, donde recuerda que las condiciones eran mejores que en Grecia-. Las noches en el campamento son como un cementerio lleno de tumbas. Siento como si me hubiesen sepultado viva en un espacio tan pequeño que no puedo ni respirar. Espero poder volver a disfrutar de bonitas noches de verano. Espero que un día tenga un techo que me proteja de verdad sobre mi cabeza», concluye Hossaini.

"PENA Y DOLOR"

Por su parte, Madina Zafari escribe sobre la lluvia, un fenómeno que ahora, a fuerza de disgustos, ve desprovisto de romanticismo y le provoca solo «pena y dolor» al recordar las inundaciones en las precarias tiendas en las que se alojan muchos refugiados, sin aislamiento del suelo ni más protección de la lluvia que la que les proporciona la lona. «Ojalá llegue un día en el que no haya refugiados y no hagan falta oenegés», pide Zafari en un texto escrito a cuatro manos junto a Samira Kamiri.

Zohre Ghasemi y Fatimeh Sedaqat abundan en las difíciles condiciones de la vida en los campamentos: la presencia de ratas o la comida, insípida y repetitiva. «Todo el mundo tiene un aspecto débil y malnutrido», escriben, y afirman que «cuando alguien se queja de un dolor, los médicos siempre dan el mismo consejo: 'Beba más agua».

LAMENTO RECURRENTE

«La paciencia era la lección más útil que una madre afgana podría enseñar a sus hijos refugiados», explica Mahdieh Hossaini en un texto sobre el porqué de la emigración afgana, la odisea y la discriminación de aquellos afganos, como ella, nacidos en Irán, adonde sus familias decidieron huir por la guerra. «Parece una herencia, de mi abuelo a mi padre, y de mi padre a mí, y no sé cuántas generaciones más sufrirán esta experiencia tan dura. Vivir como un refugiado es como destruir un edificio y reconstruirlo. Y algunos refugiados están teniendo que repetir esta destrucción y reconstrucción una y otra vez», ilustra. Y deja un lamento recurrente entre varias comunidades de solicitantes de asilo: «A ojos de las autoridades europeas, solo los refugiados sirios son ciudadanos de primera. Ellos también dejaron su país, al igual que nosotros, por la guerra, así que me pregunto si la guerra significa cosas distintas en cada país. Creo que la guerra es guerra en todas partes».

Su percepción de las reacciones de la gente al ver su cabeza cubierta por un pañuelo también encuentra un amplio espacio bajo el titular Una mujer musulmana en Europa, como lo tiene un apartado en el que preguntan a los habitantes de Schisto por sus sueños. «Deseo tener una nueva identidad, una identidad que me dé la posibilidad de avanzar en mi vida y alcanzar mis sueños. Quiero vivir en un mundo sin guerra ni derramamiento de sangre. Quiero ver un mundo sin refugiados ni alambre de espino. Quiero un mundo libre, sin fronteras», pide una refugiada identificada comoNajmeh. El deseo de Nasimeh, una mujer de 47 años, es ver a sus hijos disfrutar de una vida próspera, mientras que el del adolescenteMohammed Reza es convertirse en futbolista de éxito y volver a ver a toda su familia reunida.

40.000 EJEMPLARES

El deseo de las jóvenes de 'Aves Migratorias' es asimismo una vida en paz y ser tratadas con normalidad, pero también seguir adelante con un proyecto que les ha dado ilusión y mantiene entretenidas, entre la sopa de bostezos que acostumbran a ser los campamentos de refugiados.

A mediados de abril se distribuyeron 40.000 copias del primer número de 'Aves Migratorias' junto con el 'Efimerida ton Syntakton' y otras 10.000 copias adicionales se repartieron en campamentos de refugiados con residentes de origen afgano. «Recibimos un gran número de emails, llamadas y comentarios en Facebook. Todos ellos de apoyo y muy entusiastas, que hablaban de sorpresa y deseos para que continuemos, invitaciones a visitar escuelas y centros culturales, incluso invitaciones a tomar un té con voluntarios y fundaciones. Nos dimos cuenta de que hay una comunidad muy grande ahí fuera que está lista para participar en nuestro esfuerzo y para responder», indica Myrsini Zorba, otra de las integrantes del equipo de 'Aves Migratorias'. Ellas mismas quedaron más que satisfechas con el resultado. «La verdad es que superó nuestras expectativas. Era como los periódicos que se ven en los kioskos, uno de verdad, profesional», apunta Aristea Protonotariou, que ejerce de enlace griego del proyecto.

«En el próximo número habrá artículos escritos por refugiados del campamento de Ellinikó (también en Atenas) y, esperamos, entrevistas y reportajes de los campamentos del norte de Grecia», adelanta Zorba, quien señala que estarán presentes en la Feria Internacional del Libro de Tesalónica. Pero no se atreven a hablar de periodicidad fija, ya que el proceso de solicitud de asilo continúa entre las componentes del equipo, aunque más lento de lo deseado. Por eso, no saben con cuántas de las 15 mujeres iniciales dispondrán de aquí a unos meses. Con toda seguridad, algunas volarán hacia Europa desde el precario nido de papel de periódico que, con parches de oenegés y ayuda institucional, han logrado construirse en las afueras de Atenas.