Con más de una hora de retraso respecto a la agenda romana, Vladímir Putin se entrevistó con el papa Francisco, que concedió al líder ruso 55 minutos de coloquio, mientras que las audiencias más largas de los pontífices suelen oscilar entre los 30 y 35 minutos. La primera cuestión que trataron privadamente fue la situación en Ucrania, donde el Vaticano cuenta con una iglesia ortodoxa, recientemente independizada del Patriarcado de Moscú, lo que puede revertir en un leve distanciamiento católico respecto a la invasión rusa de una parte de aquel país.

El segundo tema más importante fue Siria y la necesidad de poner punto final a la guerra, en la que Rusia está colaborando al lado del presidente sirio, Bashar al-Assad, y que afecta directamente a los cristianos de la zona. Se trata de una minoría que había sido siempre protegida por Siria, a cambio de no inmiscuirse en los asuntos políticos internos.

Venezuela ocupó el tercer puesto en la conversación de Putin con Bergoglio. En este apartado, Rusia defiende a Nicolás Maduro y el Vaticano intentó varias e infructuosas mediaciones entre el régimen y la oposición. «El Papa me ha dicho palabras substanciales», admitió Putin, mientas que Bergoglio se declaró «satisfecho», lo que en lenguaje diplomático significa que le dijo lo que tenía que decirle sin rodeos. El viaje del Papa a Moscú quedó en el tintero. Es la tercera vez que Putin y Francisco se encuentran a solas desde que este último fuera elegido en el 2013. Benedicto XVI le recibió una sola vez y Juan Pablo II, dos veces, la primera de las cuales creó un revuelo diplomático porque Karol Wojtyla hablaba ruso y no fue necesario un intérprete, circunstancia mal digerida por el Kremlin, que no pudo controlar la conversación.

Putin también se reunió con el presidente de la República italiana, Sergio Mattarela; el jefe del Gobierno, Giuseppe Conte, y con el foro de las industrias italianas que operan con Rusia. Para cerrar la jornada, cenó, invitado por el Gobierno, en el marco de Villa Madama. Putin, finalmente, tenía previsto regresar a Rusia pasada la medianoche. Con los dirigentes italianos, las conversaciones con Putin se centraron en las sanciones europeas por la anexión de Crimea, que ya cuestan al sector agroalimentario italiano 1.000 millones de euros.

En Moscú existen representaciones de más de 500 empresas italianas y Roma representa el quinto socio comercial, con unas exportaciones (carne, pescado, fruta, lácteos) que rondan los 7.700 millones de euros. Eran 10.000 millones antes de las sanciones.