En un paso más hacia el lugar que quiere que la Iglesia ocupe en el tablero geopolítico, el papa Francisco ha modificado el catecismo católico para afirmar que, en todo caso y circunstancia, la pena de muerte es «inadmisible». La razón de ello es que «atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo», se subraya, en la nueva versión del artículo 2.267 del catecismo, el escrito que contiene los valores doctrinales básicos de la Iglesia y fija las reglas y principios que han de seguir los 1.200 millones de católicos que hay en el mundo. La enmienda del Papa argentino pone de esta manera, negro sobre blanco, lo dicho ya en el pasado por Francisco en contra de la pena de muerte. «Se acaba, sin dar espacio a otras interpretaciones, con el principio de la legítima defensa, en base a la cual antes se pensaba que los estados tenían ese derecho en determinadas situaciones», ha explicado a este diario monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano.

En la versión antigua del catecismo, de hecho, no se excluía la pena de muerte, cuando esta era «la única solución para colocar al agresor en posición de no poder causar perjuicios y así mantener el bien común». Con ello, con anterioridad, se establecía que el recurso a la ejecución capital era admisible «si esta era el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas».

Sin excepciones / Ahora, en cambio, «ha quedado claro que no existen excepciones. No hay ninguna autoridad ni persona que pueda, bajo ningún motivo, quitarle la vida a un ser humano. Esto es lo que dice la doctrina católica», ha precisado Paglia, sobre el histórico cambio doctrinal. El cambio, divulgado ayer y fechado 1 de agosto de 2018, entrará en vigor con su publicación en el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore Vaticano, y en el Acta Apostolicae Sedis, que recoge los textos oficiales de la Santa Sede. La decisión constituye un toque de atención a los llamados movimientos provida, los cuales han centrado su lucha contra el aborto y la reproducción asistida, sin emplear el mismo esfuerzo en luchar contra medidas controvertidas como la pena capital. Y ello pese a que esta medida sigue vigente en muchos estados y tiene apoyo en buena parte de las comunidades católicas. La nueva reforma «descansa principalmente en la conciencia cada vez más clara en la Iglesia del respeto que se debe a toda vida humana», ha puntualizado el actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Luis Ladaria Ferrer, quien ayer comunicó la decisión del Papa. «Si de hecho la situación política y social del pasado hacía de la pena de la muerte un instrumento aceptable para la tutela del bien común, hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crímenes muy graves».

Enfrentamiento en la curia / En esta línea, Paglia -un prelado cercano a Francisco- ha señalado que, para llevar adelante la modificación del catecismo, el Papa «tuvo que intervenir de una manera muy directa» y manifestar su voluntad expresa de que el cambio debía aprobarse. «Hubo un enfrentamiento muy duro. No todos estaban de acuerdo», reveló el monseñor italiano, al señalar «las diferencias culturales, mezcladas con la política,» que existen en el mundo en torno a la aplicación de la ejecución capital. Abolir la pena de muerte ha sido desde años una de las prioridades de Francisco, junto con su voluntad de combatir el cambio climático e instar las sociedades a proteger a inmigrantes y refugiados. Una de sus menciones más recordadas fue en 2015, ante el Congreso estadounidense. «Ánimo y aliento a cuantos están convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación».