Xiongan tiene la fealdad imbatible y el escaso refinamiento de las pequeñas ciudades chinas de provincias. Los puestos ambulantes de bocadillos de carne de burro y el lago Baiyangdian que inspiró al escritor Sun Li son sus únicos rasgos distintivos. Pero sobre esta anodina zona pretende China levantar la ciudad del futuro. Pekín anunció en julio que Xiongan (provincia de Hebei) sería «otra zona de relevancia nacional tras Shenzhen y Pudong». En la memoria persisten como mojones de la reforma económica. La primera era una aldea de pescadores cuando fue premiada a principios de los años 80 con una de las tres primeras zonas económicas especiales, experimentos controlados de capitalismo. Hoy es una moderna megaurbe de 20 millones de habitantes que mira desacomplejada a Hong Kong. La segunda, en la orilla del río opuesta a Shanghái, solo ofrecía cultivos y mosquitos. Ahora presume del skyline más epatante de Asia.

La transformación de Xiongan, a 120 kilómetros al sur de Pekín, es lenta, pero nadie duda de que el empuje presidencial le asegura el éxito. Ocupa un extraño limbo temporal, cerradas ya las viejas fábricas de ropa y plástico y en espera de la industria más vanguardista. Un mastodóntico complejo de oficinas ordena el proceso. Hasta aquí peregrinan empresarios de todo el país. Zhang Da, de 24 años, busca oficina para localizar su empresa de maquinaria industrial para exportar. «Shanghái y Shenzhen son demasiado grandes, y la competencia, muy alta. En China, si quieres que el negocio funcione, debes seguir al Partido Comunista», explica. Todas las infraestructuras estarán completadas en el 2022 y la el apogeo se prevé para el 2035.

Pekín señala a Xiongan como una «estrategia crucial para este milenio». «Es un nuevo capítulo en la transición histórica hacia un crecimiento coordinado y sostenible, el futuro de las ciudades», explica la agencia oficial Xinhua. Ocupará 2.000 kilómetros cuadrados, el triple de la extensión de Nueva York. La apuesta por la calidad limitará la población a cinco millones de habitantes y prohibirá las compañías sin valor añadido. Se prevé una ciudad moderna, inteligente y ecológica que usará el 100% de energías limpias y finiquitará la costumbre china de arruinar el medioambiente para después arreglarlo.

Gestión integral

Se espera que la sinergia entre empresas tecnológicas e institutos de investigación conviertan a Xiongan en un faro global. Aquí desembarcarán muchas compañías de Zhongguancun, el distrito tecnológico de Pekín, y unidades de ciencia e ingeniería de la reputada Universidad Tsinghua. Alibaba, Baidu y Tencent, los gigantes tecnológicos chinos, abrirán sucursales. Alibaba conectará el transporte, la energía, el agua y otros servicios urbanos a su nube, lo que permitirá la gestión íntegra a través del big data. Baidu estudia un sistema de transporte de inteligencia artificial con vehículos sin conductor.

Esa utopía o distopía costará en los próximos 15 años unos 276.000 millones de euros, según la consultora Morgan Stanley. En el 2020 será inaugurado el tren de alta velocidad que unirá Xiongan con la capital en media hora. La lluvia de yuanes viene acompañada de algunos de los más talentosos políticos. A Xiongan ha sido destinado Chen Gang, responsable del sector tecnológico de Pekín, mientras que Xu Qin, antiguo alcalde de Shenzhen, ha sido nombrado gobernador provincial.

Bastión de un megaplan

Xiongan será el bastión tecnológico de un megaproyecto urbanístico que englobará Pekín, la ciudad portuaria de Tianjin y Hebei, la provincia que las abraza. Se conoce como Jingjinji, se extenderá en 215.000 kilómetros cuadrados, contará con 120 millones de habitantes y trasladará al norte el motor económico que hasta ahora ejercía el sur.

Algunos expertos subrayan los riesgos. La ubicación parece mejorable, pues Xiongan se asienta sobre unas marismas que desaconsejan la construcción de este macroproyecto. También es vulnerable al clima extremo. Las lluvias torrenciales desbordaron en 1963 el lago Baiyangdian y dejaron 340.000 muertos en las peores inundaciones de la historia china. Dos décadas después la sequía secó el lago.

Y después está la paradoja de espolear la investigación sin aflojar las bridas del control social. «Por un lado, China necesita la creatividad, y por otro, la conformidad», señala Austin Williams, director del proyecto Ciudades del Futuro. «Necesita el éxito tecnológico pero no permite que sus ciudadanos accedan a Google.