Al menos 11 personas murieron y decenas resultaron heridas entre el miércoles y ayer en Managua cuando una multitud acompañaba reclamando justicia a las madres de las víctimas fatales de la represión. La Conferencia Episcopal de Nicaragua decidió suspender la mesa de diálogo en la que el Gobierno, los empresarios y los estudiantes debían encontrar la imposible cuadratura del círculo: una solución consensuada para dejar atrás la crisis que estalló con el fallido intento de reforma del sistema de seguridad social.

Para la Iglesia no hay duda de la responsabilidad del orteguismo en lo ocurrido durante la imponente manifestación que, de acuerdo con el diario La Prensa, convocó a cientos de miles de ciudadanos. Los obispos expresaron su «profundo dolor» por «los acontecimientos violentos perpetrados por grupos armados afines al Gobierno contra la población civil». Azalea Solís, de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, una oenegé que participa del diálogo, consideró también que «en las condiciones de represión de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo», no se puede seguir conversando. El presidente en ejercicio desde hace 11 años «quedó moralmente más incapacitado para gobernar».

El empresariado, aliado del presidente desde el 2007, decidió abandonarlo el pasado lunes cuando pidió un adelanto de las elecciones o le invitó a dimitir.

«Dios nos lo dice con toda calma, con su prédica, no pueden ni deben haber guerras», dijo Ortega, recordando los costos del conflicto interno durante la Revolución Sandinista de la que no queda sino su caricatura.