Noruega celebra este lunes elecciones legislativas marcadas por un pronóstico ajustado, aunque con ligera ventaja para la coalición conservadora en el poder, tras una campaña marcada por las discusiones sobre política fiscal, estado de bienestar e inmigración.

El Partido Laborista, la formación más votada en Noruega desde 1924, parecía hasta hace un par de semanas en camino de recuperar el poder perdido en 2013, siguiendo la tendencia de los sondeos de meses anteriores que pronosticaban un triunfo del centroizquierda. Pero los estudios de opinión han dado un vuelco desde el inicio de la campaña y ahora es el bloque de la primera ministra, la conservadora Erna Solberg, el que aparece como favorito.

Noruega, el principal exportador de petróleo y gas de Europa occidental, sufrió el desplome de los precios del crudo en otoño de 2014, pero ha registrado en los últimos trimestres datos positivos en empleo, que unidos a la mayor popularidad de Solberg han contrarrestado las tensiones internas en la derecha.

Al frente de un Gobierno en minoría y por primera vez en Escandinavia con una fuerza ultraderechista en el Gobierno, el Partido del Progreso (Frp), a lo largo de la legislatura Solberg ha salvado los desencuentros entre esa fuerza y democristianos y liberales, las dos formaciones que, sin formar parte del Ejecutivo, le han garantizado la mayoría parlamentaria.

Aunque esas desavenencias han vuelto a recrudecerse en la campaña, en cuestiones como inmigración y rebajas fiscales, la oposición no parece haber sacado provecho.

El líder laborista, el exministro de Exteriores Jonas Gahr Støre, ha defendido una moderada subida de impuestos, al nivel anterior al de la llegada del actual gobierno conservador, para aumentar la inversión en bienestar, así como un cambio en la retórica sobre inmigración.

LOS REFUGIADOS, EN EL CENTRO DE LA CAMPAÑA

Noruega, como el resto de países del norte, fue uno de los que más sintió en Europa los efectos de la crisis de refugiados en otoño de 2015, lo que llevó al Gobierno a implantar controles fronterizos temporales e impulsar restricciones severas en su política de asilo, reformas apoyadas también parcialmente por los laboristas.

Aunque las cifras de solicitantes de asilo han vuelto a la normalidad en el último año, la discusión sobre inmigración ha ocupado un espacio preferente, con varias controversias incluidas.

El uso del hijab por una presentadora de la televisión pública NRK originó un acalorado debate político en un país en el que el Ejecutivo presentó hace tres meses una proposición de ley para prohibir el uso del velo integral y otras prendas que cubren el rostro en todas las instituciones educativas.

Igual de polémico fue el viaje de la ministra de Inmigración, Sylvi Listhaug, a Suecia para visitar un suburbio de Estocolmo, uno de los 55 en ese país en los que la policía "no se atreve a entrar", según esta política que se ha convertido en la cara visible de la dura línea en inmigración noruega.