En los casi cuatro años de su presidencia, Donald Trump nunca ha tratado de ser el presidente de todos los estadounidenses. Ha gobernado con la mente puesta en sus bases, sin tratar de tender puentes y priorizando sus intereses políticos a los intereses colectivos. "Trump es el primer presidente desde que estoy vivo que no trata de unir al pueblo estadounidense, ni siquiera lo pretende", llegó a decir el general James Mattis, republicano y secretario de Defensa durante sus primeros dos años de mandato.

Esa política se ha reflejado en los resultados provisionales del martes, según las primeras encuestas a pie de urna. Si Trump se ha mantenido a flote es en gran medida por el apoyo abrumador de su partido y de los hombres, principalmente blancos, aunque ha arañado también apoyos entre los varones negros e hispanos.

El sur del país, los estados rurales y las pequeñas ciudades han vuelto a ser su tabla de salvación, la América más temerosa de los cambios sociales, a la que Trump hace sentirse bien apelando a las glorias de su pasado más acrítico y repitiéndoles que son la columna vertebral del país por más que el desarrollo económico haya pasado de largo para dejarlos en la cuneta.

EL NÚCLEO DURO DEL TRUMPISMO

Pero no todas sus bases han seguido creyéndose a pies juntillas sus promesas, sus intentos en gran medida fallidos de renegociar la relación comercial con el mundo o devolver el vigor industrial a regiones traicionadas por la automatización y el mercado persa de la globalización. El presidente habría perdido hasta 11 puntos de respaldo respecto a 2016 entre los hombres blancos sin titulación universitaria, esos obreros que siguen constituyendo el núcleo duro del trumpismo, según las encuestas a pie de urna de CNN.

Una tónica aplicable al voto de todo el hombre blanco, que ha pasado a ganar por 18 puntos frente a los 31 de hace cuatro años. Hasta cierto punto, lo ha compensado con su mejor resultado entre los varones hispanos y negros, bombardeados por su campaña y sus aliados con millones de anuncios negativos de Joe Biden, al que acusaban, entre otras cosas, de haber destruido "millones de vidas afroamericanas" con su apoyo a las políticas carcelarias de Bill Clinton.

Las mujeres han seguido votando demócrata de manera mayoritaria, dando a Biden una ventaja de 13 puntos, la misma que obtuvo Hillary Clinton. Lo llamativo en los sondeos de CNN es que las mujeres con educación superior habrían cambiado de bando para respaldar al presidente por un punto de ventaja sobre su rival.

Trump ha logrado además hacer de los votantes republicanos un fortín sin apenas fisuras, pese al dinero que se han gastado organización de desafectos del partido como el Lincoln Project o los intentos de Biden para acercarse a sus cuadros más moderados. De un 90% de apoyo en 2016 ha pasado al 93%.

Tampoco ha habido la deserción que se esperaba entre los pensionistas, los más castigados por la pandemia, un tema secundario para el votante republicano, mucho más preocupado por la economía y la seguridad. Los mayores de 45 años son la base del trumpismo, un movimiento que tardará en desaparecer, por más que el magnate pierda las elecciones.