Habitaban dos personalidades distantes en el cuerpo de Winnie Mandela, fallecida ayer en un hospital de Johannesburgo (Sudáfrica) a la edad de 81 años víctima de una larga enfermedad. Es una manera de verlo. Otra es asumir a la antigua esposa del expresidente Nelson Mandela como un personaje poliédrico y contradictorio, inmune a la consistencia, la mujer que será recordada tanto por su lucha contra el apartheid como por su condena en tanto que cómplice de asesinato; tanto por el coraje que mostró mientras su marido pasaba 27 años en prisión como por su ambición desbordante, que la llevó a pedir su parte de premio Nobel durante el juicio de divorcio. Ha muerto Winnie Mandela. Ha muerto un personaje imposible de definir.

Su padre era un pastor protestante de la tribu xhosa que dio muestras de clarividencia al bautizarla con el nombre de Nomzano, «el que va a sufrir muchos juicios». Nomzano Zanyiwe Winnifred Madikizela nació en 1934 en Bizana, en el este del país, en una familia pobre y numerosa, vivió en Ciudad del Cabo y más tarde en Johannesburgo, donde, en pleno apartheid, se convirtió en la primera asistenta social negra del país. Allí conoció a Nelson Mandela, un brillante abogado 18 años mayor que ella y activista del clandestino Consejo Nacional Africano (CNA), con quien contrajo matrimonio en 1958. La convivencia, sin embargo, solo duró cuatro años: en 1962, su marido fue encarcelado y ella se quedó sola con dos hijas pequeñas.

FIGURA CLAVE / Fue en ese momento cuando empezó a forjarse la Winnie legendaria que hoy lloran en Sudáfrica, «la madre de la nación», «la pasionaria del apartheid», como se ha dado en llamarla. Todo el respeto que se granjeó entre la población de los townships (las zonas urbanas negras subdesarrolladas y segregadas) lo empezó a cosechar cuando el régimen se metió en su vida, y cuando ella, en respuesta, optó por enfrentarse al régimen. Acosada y vigilada por los servicios de seguridad, Mandela no se dejó arredrar y se alzó como una de las pocas voces capaces de desafiar al poder establecido desde el interior del país. Inevitablemente se convirtió en figura clave del CNA, la mujer que llamaba a los colegiales de Soweto a «luchar hasta el final».

Entre 1969 y 1975 entró y salió de la cárcel varias veces hasta acumular 17 meses de encierro. Fue objeto de dos atentados con bomba en el suburbio de las afueras de Johannesburgo donde el régimen pretendía mantenerla aislada, pero siempre siguió adelante dando muestras de una valentía y capacidad de lucha poco habituales. Hasta que un día todo cambió: cambió con el fin del apartheid. Cambió con la salida de su marido de prisión. Cambió el país entero, y una de las consecuencias fue que muchos asuntos hasta entonces ocultos salieron a la luz. Incluidos los de Winnie Mandela.

cómplice / Cuando empezaron a llover las acusaciones -la primera por complicidad en el asesinato del joven Stompie Seipei, supuesto confidente de la policía del apartheid-, muchos recordaron un discurso que había pronunciado en 1986 en el que animaba a los sudafricanos a «liberarse» con «cajas de cerillas», en referencia a la práctica ya en boga de eliminar a los traidores con un collar de neumáticos al que se prendía fuego. Era un llamamiento público a matar que incomodó mucho en la CNA.

Más tarde se supo que miembros de la conocida como Mandela United Football Club (MUFC), una milicia que, a pesar de su nombre, jamás jugó partido de fútbol alguno, perpetraron esa y otras atrocidades por orden de la «madre de la nación».

Estas acusaciones fueron aireadas en la Comisión de la Verdad, que la citó a declarar en 1997. Los testigos describieron un «régimen de terror» instaurado por Mandela sirviéndose de su estatus de portaestandarte de la causa contra el apartheid, pero ella se sacudió las acusaciones diciendo que eran «alegaciones ridículas», y que era víctima de una campaña de -el término es antológico- winniefobia.

En 1998, la comisión la declaró «política y moralmente culpable» de las «violaciones de los derechos humanos» cometidas por la MUFC. Siete años atrás, en 1991, el juez del caso Seipei la había encontrado culpable de complicidad y condenado a seis años de cárcel. Mandela apeló y la pena de prisión se transformó en multa económica.

«Era una formidable musa de la lucha, un icono de la liberación -dijo en su día el premio Nobel de la Paz Desmond Tutu-. Y luego, algo salió terriblemente mal». La indestructible Winnie Mandela todavía enfrentó varias acusaciones por corrupción y fraude, pero en general salió bien librada. Fue diputada desde 1994 hasta su muerte, es decir que nunca perdió el apoyo popular. La defensora de los oprimidos era asimismo amiga de cierto desenfreno: era parte de su doble, múltiple personalidad. En el juicio por divorcio salieron a la luz sus infidelidades. Allí, ante el juez, Nelson Mandela declaró: «Nunca me sentí tan solo como durante los años que viví con Winnie tras mi liberación».