«¡Atención, atención!». El reclamo de Damares Alves a sus seguidores fue enfático. Como nueva ministra brasileña de Mujeres, Familia y Derechos Humanos, solicitó silencio para hacer un anuncio que debió considerar relevante. «En esta nueva era de Brasil, los niños visten de azul y las niñas de rosa», dijo la abogada y pastora evangélica. La ministra asume su cargo con un mandato expreso del flamante presidente Jair Bolsonaro: combatir lo que el presidente llama «ideología de género». Y Alves quiso trazar una clara línea de demarcación entre un pasado que la ultraderecha considera vergonzante y ateo y un presente de conversiones.

«En este Gobierno, la niña será princesa y el niño será príncipe. Nadie va a impedirnos que llamemos a las niñas princesas y a los niños príncipes. Vamos a acabar con el abuso del adoctrinamiento ideológico». En la sala resonaron los gritos de «aleluya» y «gloria a Dios». También flamearon banderas de Israel. Diversos artistas e intelectuales no tardaron en desafiarla: las mujeres se vistieron de azul, y los hombres, de rosa.

Hace algunos años, la hoy ministra Alves trabajaba en el Congreso para Magno Malta, un cantante, pastor evangélico y entonces senador. Ya entonces creía saber cuál era su misión. «Dios nos dijo que no son los diputados que van a cambiar esa nación, no es el Gobierno que va a cambiar esta nación, no es la política que va a cambiar esta nación: es la Iglesia Evangélica».

Pero resulta que Bolsonaro ganó las elecciones, con la inestimable ayuda de Malta, y se inclinó por la pastora para formar parte de su primer Ejecutivo. En su ministerio deberá ocuparse, además, de la cuestión indígena. Alves tiene la misión de velar por la familia tradicional y, aseguró, luchar por un Brasil «sin aborto». En ese país se practican un promedio de medio millón de interrupciones del embarazo clandestinas al año. «Creo que ninguna mujer quiere abortar. Ellas llegan hasta esa instancia porque no tienen otra opción. Si el embarazo es un problema que dura solo nueve meses, les digo que el aborto es un problema que camina toda la vida con la mujer». Su Cartera, dijo, se centrará en preoteger la vida.

Experiencia límite

A pesar de su predilección por el color rosa, su mundo fue negro alguna vez. De niña la violaron en dos oportunidades dos pastores diferentes que frecuentaban a su familia en Aracaju. «Estaba durmiendo en mi cuarto. Soñaba que sostenía una cosa caliente», ha contado en alguna ocasión. Cuando abrió los ojos, vio que el agresor había puesto el pene en una de sus manos. «Sentí miedo y dolor. La primera vez que me violó me dijo: usted es culpable». El segundo pastor la besaba en la boca y pasaba sus manos por el cuerpo. «Una vez eyaculó en mi cara».

Vivió más de una década sin revelar a sus padres semejante experiencia. A los 24 años leyó en un periódico que un pastor había sido arrestado por abusar de un niño. Era uno de sus victimarios. Fue a la habitación de ellos con lágrimas en los ojos. Sus padres ya lo sabían. Lo supieron siempre. Pero en la Iglesia les recomendaron no hablar con su hija, tan solo orar. Una de sus propuestas es crear la «bolsa estupro», un subsidio estatal para que las mujeres violadas acepten tener el hijo resultante de la vejación.

Cuenta también que cuando tenía apenas 10 años «era tanto el sufrimiento» que resolvió suicidarse. Llegó hasta un árbol de guayaba con veneno de ratón. Desistió de matarse porque dijo haber visto a Jesús. «Era tan hermoso. Tenía un traje largo, una barba larga. Es la visión que un niño tiene de él», recuerda. Antes de asumir su cargo lo detalló en su libro Al pie de la guayaba. Ahí sostiene que cuando Cristo la vio trepar al árbol le pidió que bajara. «Te vas a caer y lastimar. Te han herido tanto en la cruz». Sin embargo, al hacerlo, dijo: «Me dio el abrazo que la Iglesia no me dio».

Las redes sociales se inundaron de sarcasmos. El presidente Bolsonaro salió en defensa de Alves. «Es extremadamente vergonzoso ver cómo se burlan de su fe», dijo el mandatario. En el Gobierno Alves la pondrá en práctica. «El Estado es laico, pero esta ministra es terriblemente cristiana».