Convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT) a finales de junio, cuando el Gobierno no había desvelado aún el contenido de la reforma laboral, la jornada de movilización que este martes ha sacado a la calle a miles de manifestantes en Francia es la primera gran prueba del mandato de Emmanuel Macron. Según los convocantes han desfilado por todo el país 400.000 personas, unas 223.000 según la policía.

Modificar el código laboral, con la finalidad de abaratar el despido y dar más poder negociador a las empresas, es sólo una de las muchas medidas que Macron quiere llevar adelante para ‘liberar las energías’ de un país que, según ha dicho él mismo, “odia las reformas”.

Su plan para hacer los cambios estructurales que otros países europeos acometieron hace décadas, figuraba en el programa electoral que le llevó al Elíseo y fue un guiño a Berlín y Bruselas. Pero quienes este martes contestaban la reforma en la Plaza de la Bastilla, desde donde partió la manifestación parisina, le recordaban a Macron que en la primera vuelta de las presidenciales sólo tuvo el 24% de los votos.

“No fue una marea rebosante de entusiasmo a favor de sus reformas. No se puede hablar de mayoría”, reflexionaba Aline, farmacéutica jubilada de 63 años y simpatizante de la Francia Insumisa. La policía cifró en 24.000 los manifestantes de París, mientras que la CGT habló de 60.000. No llegaron a los 29.000 que en marzo del 2016 protestaron contra la reforma laboral de François Hollande. Sin embargo, el secretario general de la CGT, Philippe Martinez, lo consideró un éxito.

En su opinión, se ha demostrado el fuerte descontento social hacia la política de Macron que apuntan los sondeos. Para Martinez la jornada era también un test sobre la capacidad de movilización de la CGT en un contexto marcado por la división del frente sindical. Ni Fuerza Obrera (FO), sindicato con una gran presencia en la función pública, ni la reformista CFDT se sumaron a la convocatoria, aunque en París había muchos banderines de las dos centrales. A la CGT se unió asimismo el sindicato estudiantil UNEF.

"Esto no es Inglaterra"

El líder de la Francia Insumisa, Jean Luc Mélenchon, desfiló en Marsella, ciudad por la que es diputado. Desde allí lanzó un enérgico mensaje al presidente: “Este país no quiere ser un país liberal. Esto es Francia, no Inglaterra”, dijo, convencido de que las movilizaciones obligarán al Gobierno a dar marcha atrás.

La pugna contra la reforma laboral esconde otra batalla por el liderazgo de la contestación social. Mélenchon, que aspira a convertirse en la principal oposición al presidente, ha convocado una marcha de la Francia Insumisa en París el próximo 23 de septiembre contra lo que considera “un golpe de Estado social”. Dos días antes volverá a pisar la calle la CGT.

En el cortejo parisino participó el candidato socialista en las recientes presidenciales, Benoît Hamon, y el secretario nacional del Partido Comunista Francés (PCF), Pierre Laurent. El vicepresidente del Frente Nacional, Florien Philippot, se sumó a la marcha de los feriantes, que bloquearon varias carreteras de acceso a París contrariados por una circular de abril que les obliga a presentar una oferta pública para montar sus instalaciones de feria.

En el sector del transporte los llamamientos a la huelga tuvieron una repercusión limitada. Se vieron afectados los trenes de cercanías que unen la capital con la periferia, pero el metro funcionó con normalidad y las líneas de alta velocidad circularon sin problemas.

De las 180 manifestaciones programadas, las más numerosas fueron las de París, Marsella, Lyon, Toulouse, Rennes, Burdeos, Niza y Havre. El ambiente festivo fue la tónica general, aunque en el desfile parisino hubo altercados entre un grupo de encapuchados y la policía con un saldo de al menos tres detenidos y un herido. Las palabras de Macron, llamando “vagos” a quienes contestan las reformas, inspiró muchos de los eslóganes de la Bastilla. “Vagos del mundo, uníos”, rezaba una pancarta.

Macron, en las Antillas

Dispuesto a aguantar el pulso, Macron pasó la jornada a 6.000 kilómetros de Francia. El presidente viajó a Las Antillas para visitar las zonas afectadas por el huracán 'Irma' e intentar apagar el conato de incendio provocado por las críticas a la gestión de la crisis que ha recibido el Gobierno.