Lágrimas, terror y vidas rotas. Pasividad política. Indignación ciudadana. Estados Unidos asistió ayer a un nuevo tiroteo escolar, esta vez en un instituto de Santa Fe (Texas), una localidad de 12.000 habitantes a unos 60 kilómetros de Houston. Un pistolero armado hasta las cejas y alumno del centro mató a un mínimo de diez personas, la gran mayoría de ellos estudiantes. Otras diez resultaron heridas. Antes de ser detenido por la policía, el asaltante dejó varios artefactos explosivos diseminados por el edificio, aunque todavía no está claro si llegaron a explotar. El presidente Donald Trump respondió al «horrendo incidente» ofreciendo sus condolencias y oraciones por las víctimas, una fórmula estéril que vino nuevamente desprovista de medidas concretas para frenar la violencia armada que desangra al país.

El tiroteo comenzó alrededor de las 8.00 de la mañana hora local, cuando la alarma antiincendios saltó en el centro educativo. Muchos estudiantes pensaron inicialmente que se trataba de un simulacro, hasta que las detonaciones, los gritos y las carreras les despertaron de la inopia. «Yo estaba sentada en clase. Escuché unas fuertes explosiones, pero no sabía que eran. Estaba confundida. Entonces escuché gritos y desperté. Me puse a correr hacia la salida y me escondí con otros estudiantes. Me quedé allí unos 30 minutos hablando con mi madre por el teléfono todo el rato hasta que nos encontraron y nos sacaron de allí», dijo al Houston Chronicle Paige Curry, una de las alumnas.

No hay duda de que el ataque estuvo minuciosamente planeado. Así lo atestigua el arsenal y las bombas que la policía descubrió más tarde en el centro y sus inmediaciones. «Los agentes encontraron un pandemonio sangriento en la escuela», aseguró una fuente policial a la prensa tejana. «Evidentemente el individuo tiró varias bombas caseras, aunque no sabemos si alguna de ellas llegó a explotar». Por el momento se desconoce la identidad del pistolero. Era menor de edad, alumno del centro y, probablemente, actuó solo, una tesis que sin embargo está por confirmar. De lo que no hay duda es que tenía suficientes armas para hincharse a matar. Portaba un rifle semiautomático AR-15, una pistola, una escopeta y varios artefactos caseros.

Liberty Wheeler, de 14 años, estaba en clase cuando escuchó cinco disparos cerca de la clase de arte. Su profesora le pidió que corriera a esconderse en el almacén que hay junto al teatro del instituto, según ha descrito a los medios. Allí se escondió durante 45 minutos hasta que la encontró la policía. «Se olía el olor de la pólvora que salía de la pistola. Teníamos mucho miedo de que estuviera cerca de nosotros».

Este tiroteo llega tres meses después del acaecido en un instituto de Parkland (Florida), donde 17 alumnos y profesores fueron asesinados a sangre fría.