Theresa May lanzó ayer un alegato contra el populismo y la degradación del debate político, en su último gran discurso como primera ministra británica. Una despedida sobria, pesimista y sombría sobre el momento que viven las relaciones internacionales y el tipo de mandatario que se está imponiendo. «Algunos están perdiendo la capacidad para estar en desacuerdo sin degradar los puntos de vista de los otros», señaló. El surgimiento de un «absolutismo sin compromiso» en la política del Reino Unido y en el resto del mundo están envenenando el debate y «devaluando valores democráticos», creando una cultura basada en «vencedores y perdedores». May no mencionó nombres como los de Boris Johnson, Nigel Farage o Donald Trump, pero estaba claro que sus críticas y preocupación estaban motivadas por la forma de actuar de este tipo de políticos.

«La incapacidad de combinar principios con pragmatismo y lograr un compromiso cuando hace falta parece haber conducido por completo nuestro discurso político por el camino equivocado», afirmó. «Nos ha llevado a lo que es, en efecto, una forma de absolutismo. Uno que cree que si tú simplemente haces valer tu punto de vista a todo volumen y durante un tiempo suficientemente largo, vas a lograr al final lo que te propones».

También advirtió contra «el rencor» y «el resentimiento tribal» de gran parte del debate contemporáneo y subrayó que «las palabras tienen consecuencias», aludiendo sin duda al nivel de agresión y bajeza de los comentarios de Trump. Un tipo de lenguaje que conduce «a un lugar mucho más oscuro, en el que el odio y el prejuicio lleva no solo a lo que la gente dice, sino también a lo que la gente hace».

May pronunció lo que quiso ser una reflexión sobre el estado del mundo, en Chatham House, el Instituto Real de Asuntos Internacionales en Londres, al término de tres años tumultuosos al frente del Gobierno. El martes se anunciará el nombre de su sucesor y el próximo miércoles la primera ministra le cederá oficialmente al puesto. La reina Isabel II se desplazará expresamente a la capital para el traspaso de poderes. El elegido presumiblemente será Johnson.

LA ESPINA / Una vez más, May repitió que lo que más lamenta es no haber solucionado el brexit, pero indicó que cualquier forma de dejar la UE debe ser «sostenible a largo plazo», ha de unir al país, cumplir con lo que se decidió en el referéndum y todo eso «implica que debe haber algún tipo de compromiso». Tanto Johnson como Jeremy Hunt, su rival en la designación de futuro primer ministro, parecen dispuestos a llevar al Reino Unido hacia una salida de la UE sin acuerdo. El aún responsable de Finanzas, Philip Hammond, dijo sentirse «aterrado» cuando uno de los más próximos aliados de Johnson, el eurófobo radical Jacob Rees-Mogg, aseguró en un artículo en el Daily Telegraph que la ruptura por las bravas podía de hecho impulsar la economía británica, con «un impacto positivo en torno a los 80.000 millones de libras».

Hammond, proeuropeo, ha dejado claro que en el futuro, como diputado, tratará de bloquear cualquier intento de que el país se marche de la UE sin un pacto de transición que amortigüe el impacto económico. «Si el nuevo Gobierno trata de conducir al Reino Unido al borde del precipicio con un brexit sin acuerdo, haré todo lo que sea necesario para evitar que eso ocurra», afirmó.