Ni victoria arrolladora para los demócratas ni desenlace rápido de la noche electoral. Más bien el escenario aterrador que todo el mundo quería evitar. Sin un resultado definitivo a la vista, el presidente Donald Trump ha acusado a sus rivales de tratar de robar las elecciones en un mensaje escrito en las redes sociales. La andanada llega en medio de un recuento que esboza a estas horas un desenlace muy apretado, que podría depender de los tres estados industriales del Medio Oeste que el republicano arrebató a sus rivales hace cuatro años: Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Trump lleva ventaja en todo ellos, pero no se descarta que puedan cambiar de color una vez se cuenten todos los votos por correo y anticipados, que deberían favorecer a los demócratas.

Esos votos no se empezaron a tabular hasta la mañana del martes y es posible que se retrasen horas o días, una circunstancia esperada que podría eternizar el resultado de estos comicios. Vamos por delante por mucho, pero están tratando de robar las elecciones. Nunca se lo permitiremos. Los votos no pueden emitirse después de que cierren los colegios electorales, escribió Trump en Twitter. Pero el presidente vuelve a jugar a la confusión. Lo que hace hace especial a esos estados es que ninguno podía iniciar el recuento del voto anticipado hasta el 3 de noviembre. En los tres casos, por decisión de sus legislaturas, controladas por los republicanos. Y sus autoridades ya advirtieron que la cosa iría para largo debido al aumento significativo de su volumen, derivado de los imperativos de la pandemia.

Pero no acaban ahí las complicaciones porque tanto Wisconsin como Pensilvania y Michigan forman parte de una veintena de estados que aceptarán durante varios días más los votos por correo sellados antes de que comenzara la jornada electoral. De ahí que el resultado definitivo pueda variar sensiblemente.

De lo que no parece haber duda es que el mapa electoral apenas ha cambiado en estos caóticos cuatro años, todo un reflejo de la enquistada polarización del país. Y como sucedió entonces, tampoco las encuestas han servido esta vez para anticipar el resultado. Los demócratas se las prometían muy felices hasta que todo empezó a torcerse en Florida, donde Trump lleva a estas horas una ventaja de tres puntos con el 96% escrutado. La explicación parece estar en la desbandada de los hispanos, que según los sondeos a pie de urna habrían apoyado a Biden por márgenes bastante más estrechos del respaldo que obtuvo Hillary Clinton en 2016.

El republicano también salvó otras plazas sureñas donde sus rivales habían puesto muchas esperanzas, como Georgia, Tejas y Carolina del Norte. Ninguno de los tres ha completado el escrutinio, pero todo parece indicar que no se moverán en el tramo final. Tampoco cambiarán de manos Iowa y Ohio, un estado industrial que lleva eligiendo al ganador de las elecciones desde finales del siglo XIX. Solo se ha equivocado en dos ocasiones. Y esta vez ha vuelto a apostar por Trump por una ventaja muy parecida a la de hace cuatro años, a pesar de sus promesas incumplidas para relanzar las manufacturas de la región.

Los demócratas no dan por perdidas las elecciones, las más atípicas y trascendentales de la historia reciente. Mantener la fe, vamos a ganar esto, afirmó Biden en un breve desde Delaware en el que pidió a sus seguidores paciencia hasta que se conozcan los resultados definitivos. Nos sentimos bien viendo dónde estamos, aseguró el ex vicepresidente de Barack Obama. Debido al volumen sin precedentes del voto anticipado, sabíamos que esto iba a tardar bastante. Tenemos que ser pacientes hasta que se cuenten todos los votos.

El demócrata consiguió mantener estados como Virginia y Minnesota y todo parece indicar que le dará la vuelta a Arizona, una de las joyas en las que confiaba su partido para ganar las elecciones. Pero Biden se ha quedado por muy debajo de las mejores expectativas y es probable que tenga que recurrir a los tribunales ante las insinuaciones de Trump de impugnar los resultados.