Al menos 235 personas murieron y otras 109 resultaron heridas ayer en un atentado terrorista contra una mezquita sufí en el oeste de la ciudad de Al Arish, en el norte de la península egipcia del Sinaí, según informó la televisión oficial de Egipto. El alcalde de la localidad de Bear al Abd, donde se encuentra la mezquita, elevó la cifra de víctimas a 270 muertos. En cualquier caso, se trata del atentado más mortífero de la historia reciente de Egipto.

Aunque anoche ningún grupo ha reivindicado el ataque, todas las sospechas apuntan a la filial egipcia del Estado Islámico (EI). El presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, prometió una «venganza brutal» y, horas después, aviones del Ejército iniciaron una serie de bombardeos en zonas montañosas del Sinaí, donde supuestamente se ocultan los grupos insurgentes.

Los autores del atentado colocaron artefactos explosivos de fabricación casera alrededor de la mezquita Al Rauda, en Bear al Abd, a 40 kilómetros de Al Arish, y los hicieron detonar a la salida de los fieles del rezo del viernes, día sagrado para los musulmanes. Según indicaron fuentes de la seguridad egipcia, tras las explosiones los terroristas dispararon a las personas que intentaban escapar del templo.

Varios testigos declararon que los asaltantes rodearon la mezquita con vehículos todoterreno e inmediatamente colocaron la bomba en el exterior del edificio. Al Arish es la capital de la provincia Norte-Sinaí, una región donde las fuerzas de seguridad combaten desde hace tiempo a un grupo yihadista que juró lealtad al Estado Islámico (EI).

Este grupo insurgente, el más activo en Egipto, se denomina Wilayat Sinai (Provincia del Sinaí). Inicialmente conocido como Ansar Beit al Maqdis (Seguidores de Jerusalén), opera en la península del Sinaí desde el 2011. A partir del 2013, tras la destitución en un golpe de Estado del presidente islamista electo, Mohamed Mursi, pasó a atacar de forma regular a las fuerzas de seguridad y numerosos policías y soldados perdieron la vida. En noviembre del 2014 cambió su nombre al actual, Provincia del Sinaí, proclamó su lealtad al Estado Islámico y se convirtió a todos los efectos en su rama egipcia. Y en el 2015 incrementó sus ataques al Ejército a un nivel y con una complejidad que daban a entender una estrecha coordinación con el liderazgo del Estado Islámico en Siria.

Aunque la mayoría de sus ataques se centran en el Sinaí, células de Provincia del Sinaí han perpetrado también atentados en otras zonas, incluido El Cairo y Gaza.

El norte del Sinaí se encuentra bajo el estado de emergencia desde octubre del 2014, cuando 33 miembros de las fuerzas de seguridad murieron en un atentado reivindicado por Ansar Beit al Maqdis.

La mezquita de Al Rauda era frecuentada por personas adeptas al sufismo, una corriente mística del Islam que el EI considera herética y contra la que llama a combatir. Entre los fieles que se encontraban en la mezquita había también reclutas del Ejército egipcio, según indicaron fuentes médicas en Al Arish.

Las ambulancias acudieron rápidamente al lugar de los hechos, mientras que las fuerzas de seguridad egipcias perseguían a los atacantes. Fuentes de la seguridad indicaron, sin ofrecer más detalles al respecto, que las primeras ambulancias que llegaron a la zona del atentado también fueron atacadas.

La Fiscalía General, en un comunicado, señaló que se ha ordenado a las fiscalías de la Seguridad del Estado y de Ismailiya (norte) que inicien investigaciones de manera urgente para esclarecer el ataque. También ordenó que no se inhumen los cadáveres y los trasladen al centro médico más cercano, según a señalado la televisión egipcia.

REPULSA INTERNACIONAL / El atentado provocó una amplia repulsa internacional. El secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, condenó un «crimen horrible que confirma que la verdadera religión del islam es inocente en relación a quienes abrazan la ideología terrorista extremista». El ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, deploró el «innoble atentado», mientras su colega británico, Boris Johnson, se declaró «entristecido por este acto bárbaro». En un mensaje enviado a su homólogo egipcio, el presidente ruso, Vladímir Putin, calificó el atentado de «sorprendente por su crueldad y su cinismo».