Más allá de las ideologías, existen los hechos incontestables: Venezuela sufre unas de las peores crisis de su historia. Unos cuatro millones de venezolanos han abandonado el país desde 1999, fecha de la llegada de Hugo Chávez al poder. Los primeros en salir fueron los más ricos, alarmados por el lenguaje revolucionario del nuevo presidente. Con ellos se fueron millones de bolívares amasados en los tiempos de bonanza petrolera y corrupción rampante.

Ahora también escapan los pobres, teóricos beneficiarios del chavismo con Chávez (matiz importante), devorados por una hiperinflación que alcanzará el 1.000.000% a finales de año. El FMI prevé en el 2018 una caída del PIB del 18%. La economía de Venezuela ha caído el 50% desde el 2013, año de la muerte de Chávez. En Siria, la pérdida llega al 58% entre el 2011 y 2016, pero en su caso ha mediado una guerra civil y más de 500.000 muertos.

La respuesta del Gobierno de Nicolás Maduro ha sido quitarle cinco ceros a los billetes, dos más de los previstos, que la inflación también se come los cálculos oficiales. Es difícil saber el impacto de estas y otras medidas debido al caos reinante, solo que no funcionarán. La inflación sería comparable a la que padeció Zimbabue en el 2000 tras la expropiación de las granjas de los blancos, y la de Alemania en 1923.

En el desplome económico venezolano, el bolívar ha perdido el 99,9% de su valor. Las despensas están vacías, escasean las medicinas y se disparan las enfermedades. La dieta del pobre consistía hace poco en caraotas, sardinas y arroz con huevo. Ahora, un huevo es un artículo de lujo. Para pagar con tarjeta se necesitan varias para no superar los límites. Este es el colapso que está expulsando a cientos de miles de venezolanos que buscan refugio en los países vecinos. En Ecuador han entrado 286.000; en Colombia ya suman 870.000 y 110.000 en Brasil. En España hay más de 200.000. Venezuela tiene cerca de 28 millones de habitantes.

Hablaba antes de un matiz importante. Una mujer espetó en Caracas a Enric González: «¡Ojalá las cosas fueran como antes!». «¿A cuándo se refiere?», preguntó el periodista. «Al año pasado, a cuando vivía Chávez. Antes de esto ahora». Esto ahora es Nicolás Maduro.

En la barriada chavista 23 de enero, fecha del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez en 1957, había carteles contra Maduro. Eso fue hace unos meses, en medio del enfrentamiento entre el Gobierno y una oposición compuesta, en parte, por los partidos que saquearon Venezuela antes de Chávez. Para mantenerse en el poder, Maduro ha violado las leyes bolivarianas. Negó el referéndum revocatorio tras poner todas las trabas posibles. Después cambió la Constitución, redactando otra a su medida. Se puede esgrimir el papel de la CIA, pero el factor clave es la incapacidad manifiesta del régimen. Chávez era un soñador. Así lo definió el uruguayo José Mujica, un visionario con el viento a favor. Entre 1999 y 2014, Venezuela ingresó cerca de un billón de dólares, una media de 60.000 millones al año. El precio del petróleo superaba los cien dólares el barril. A cambio de un petróleo subvencionado, Cuba envió médicos y enfermeros. Pese a esos ingresos, Chávez multiplicó la deuda.

Un pajarito por interlocutor

El chavismo emprendió la transformación del país. Creó las misiones (Chávez era muy católico), en las que enseñaron a leer a más de un millón de personas, pero no supo crear un Estado. Muerto el soñador, el líder carismático que no permitió que nadie le hiciera sombra, el poder recayó en Nicolás Maduro, un tipo que empezó su mandato hablando con un pajarito. Nada extraordinario si lo comparamos con el ángel Marcelo de Jorge Fernández Díaz.

Maduro carece del brillo de Chávez. Y ha tenido mala suerte con el precio bajista del petróleo. De ingresar 60.000 millones al año pasó en poco tiempo a 12.000 millones. No hay ni para pagar los intereses de una deuda que se acerca a los 100.000 millones de dólares.

En España, como sucede a menudo, la oposición conservadora no hace análisis, solo habla de Podemos. El líder del PP, Pablo Casado, se vio hace poco con el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quien no tiene mejores credenciales democráticas que Maduro. ¿Le preguntó por los asesinos de Berta Cáceres? ¿O por qué han aumentado el 80% las peticiones de asilo de hondureños en España?

Para la oposición venezolana, los pobres nunca estuvieron en su agenda cuando fueron gobierno entre 1957 y 1999. En su envite contra Maduro, no han sabido generar un plan que incluya a los pobres y los chavistas descontentos del madurismo. Carecen de un discurso inclusivo. El día que lo tengan, volverán al poder.