Los venezolanos votan hoy como si fueran a una cita a ciegas. El presidente Nicolás Maduro descuenta que el aparato estatal y el núcleo duro del chavismo le garantizarán su reelección. Su victoria tendrá entonces una explicación de antemano: la oposición se ha dividido. Gran parte de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) decidió boicotear los comicios por fraudulentos. Henri Falcón, quien rompió con Hugo Chávez hace ocho años y, con un programa socialdemócrata, logró reunir a parte de los descontentos, cree todavía en los milagros electorales. «La abstención no tiene ninguna utilidad, debemos dar la cara», exhortó.

En las últimas semanas irrumpió en el panorama electoral un tercer y pintoresco tercer actor: el evangelista Javier Bertucci. A diferencia de los pastores brasileños, de fuerte intervención política, evita la verborrea derechista y moralizante.

El exjefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero llegó a Caracas para observar las elecciones. Durante dos años, Zapatero intentó sin suerte que el madurismo y sus adversarios llegaran a un acuerdo mínimo para sacar al país del pantano. Retorna a Venezuela acompañado de políticos europeos asaltados por una pregunta sin una sola respuesta: ¿cómo puede explicarse el favoritismo de Maduro en un país en recesión desde que lo asumió, en el 2014, donde el PIB se contrajo 45%, se triplicó el monto de la deuda pública, de unos 150.000 millones de dólares, más de un millón de personas se fueron al exilio y los que se quedaron conviven con la segunda tasa de homicidios de América Latina?

OPOSICIÓN SIN RUMBO / La oposición, que derrotó al Gobierno en las parlamentarias del 2015 y creía que se habían creado las condiciones para un cambio, se quedó sin brújula. La lucha callejera, con su alta cuota de violencia, no rindió los frutos esperados. Tampoco la presión internacional. Menos la posibilidad inminente de una revuelta castrense. En el 2017, fue vencida en dos elecciones. La MUD ya no confía en sus fuerzas. Más inclinada que antes hacia la derecha, cree que si Maduro gana se redoblarán las sanciones económicas del exterior y será inviable su permanencia en el poder.

La era bolivariana ha sido una variante más del usufructo a corto plazo de la renta petrolera. El «Estado mágico» del que habló el ensayista Fernando Coronil. Antes, durante la era Chávez y tras su muerte, esa renta fue dilapidada. Entre el 2004 y el 2015, Venezuela recibió unos 750.000 millones de dólares. Y si bien destinó una parte importante a los programas sociales que explican todavía la adhesión al chavismo de millones de personas, Venezuela sigue dependiente exclusivamente del crudo: representa el 96% de sus exportaciones.

RENACIMIENTO Y PROspERIDAD / Maduro llegó a gobernar con el precio del barril por debajo de los 30 dólares. Se redujeron drásticamente las importaciones que van desde la leche a la medicina, del cemento a la carne. Ahora el barril está en 79 dólares y podría llegar a 100 por la crisis entre EEUU e Irán. Fuentes próximas a Maduro estiman que entrará otra vez dinero para atravesar las tormentas que se vienen. «Hagamos justicia por la guerra económica. Si el pueblo me da el poder, les juro que haré los cambios económicos para ir a una época de renacimiento y prosperidad», ha prometido durante su campaña.

Jorge Giordani, uno de los estrechos colaboradores de Chávez, peleado actualmente con Maduro, habla de un «un vergonzoso proceso de prostitución institucional» con el discurso «de un socialismo solo utilizable para beneficio de una camarilla». Ana Teresa Torres, la destacada novelista y autora de La herencia de la tribu, uno de los libros fundamentales para comprender la naturaleza del caudillismo que desembocó en Chávez, señala que Venezuela es la imagen de una cola de cientos de personas aguardando un autobús. Y esa incerteza es para ella la imagen del país: «Gente esperando algo que no sabe si va a llegar, que necesita esperar, no tiene otra alternativa».