Quizás porque el momento es peliagudo, el mensaje que Emmanuel Macron lanzó ayer a la Unión Europea desde Aquisgrán sonó como una alarma. «No seamos débiles, no nos dividamos, no tengamos miedo, no esperemos», dijo el presidente francés al recibir de manos de la cancillera Angela Merkel el Premio Carlomagno, una recompensa al europeísmo que marcó la campaña electoral con la que llegó al Elíseo hace un año.

Los 28 serán pronto 27 cuando el Reino Unido abandone el club, las dudas sobre el proyecto europeo alimentan los populismos de todo tipo y la UE intenta preservar el acuerdo nuclear iraní tras la retirada de EEUU. En ese contexto, el presidente francés dejó nuevamente clara su apuesta por una Europa soberana, fuerte, unida y con valor suficiente para reaccionar sin que otros tomen las decisiones en su lugar.

Su discurso arrancó aplausos cuando defendió el multilateralismo y dijo que Europa no será soberana si acepta que otras potencias, incluso aliados y amigos -léase Estados Unidos- determinan su acción diplomática en cuestiones de seguridad. «No seamos débiles. No suframos. Tenemos ante nosotros grandes amenazas y la cuestión que se nos plantea es si aceptamos las reglas de los otros o decidimos nosotros mismos», indicó. Macron resaltó también el papel de la UE de garante de la paz en Oriente Próximo.

Reclamó superar las divisiones que han fracturado en los últimos años al viejo continente. El enfrentamiento norte-sur a cuenta de la austeridad decretada tras la gran crisis económica del 2008, y las divergencias este-oeste sobre la gestión de la mayor crisis de refugiados vivida desde la segunda guerra mundial.

«La división nos lleva a la inacción», alertó. Una división de la que debe librarse el eje franco-alemán que Macron intenta revitalizar para salir del inmovilismo intentando convencer a Berlín de que es imprescindible mayor solidaridad entre los países con un presupuesto europeo ambicioso y una zona euro fuerte. Mientras, prometió que Francia ha hecho y seguirá haciendo las reformas necesarias para superar su adicción al gasto público.

«No tengamos miedo de lo que somos y no lo traicionemos», prosiguió el presidente francés, alertando del peligro que supone el auge del populismo para los fundamentos de la democracia europea. En su último imperativo, apeló a la urgencia. «No esperemos. Es ahora. No tenemos derecho a esperar para optar por Europa porque los nacionalismos, los demagogos son claros y frente a ellos la gente necesita un rumbo».

Macron cree que más allá del «mito» de los 70 años de paz, Europa está aún atravesada por la tragedia de la historia y el sueño de Carlomagno de una Europa unida está hoy «carcomido por las dudas». A los líderes actuales les corresponde decidir si van a revivir ese sueño o dejarlo morir. «No seamos débiles y elijamos, no nos dividamos, unámonos, no tengamos miedo, atrevámonos a actuar, a estar a la altura de nuestra historia y no esperemos, actuemos».

Macron es el segundo presidente francés en ejercicio tras Mitterrand en 1988 galardonado con el Carlomagno.