El ritmo acelerado de sus reformas le está costando a Emmanuel Macron una oposición creciente de numerosos sectores sociales, desde los pensionistas hasta los estudiantes universitarios, pasando por los funcionarios de hospitales y los trabajadores del ferrocarril.

El presidente francés intentó apaciguarles ayer usando un tono conciliador y garantizándoles que escucha sus quejas pero, en el fondo, no se movió un ápice. «Iremos hasta el final», dijo sobre la reforma de la SNCF (la Renfe francesa) a los trabajadores en huelga intermitente desde hace 15 días. A los sindicatos les pidió calma y a los franceses paciencia.

En un calculado gesto de empatía, reveló que su abuelo fue ferroviario y que, en contra de la idea extendida en las manifestaciones, no muestra desprecio por su labor ni cree que sean unos privilegiados. El presidente prometió que el Estado asumirá parte de la deuda de la empresa a razón de 10 millones de euros durante diez años.

La del sector ferroviario es una reforma emblemática. Si naufraga, la hoja de ruta de Macron se tambalea y por eso esta semana se ha embarcado en una operación pedagógica concediendo dos entrevistas. La primera en el informativo de las 13 horas de ayer en la cadena pública TF1, un espacio que ven 5,3 millones de franceses.

Para acentuar el carácter didáctico del ejercicio, Macron se sometió a las preguntas del presentador en un aula de colegio de primaria de Berd’huis, un pueblo normando a 150 kilómetros de París. Este domingo, habrá una segunda entrega en BFMTV para hacer balance de su primer año en el Elíseo, al que llegó el 14 de mayo pasado.

El mandatario galo está convencido de que Francia necesita sacudirse el inmovilismo que arrastra desde hace 30 años, que las reformas son imprescindibles y que, cuando den sus frutos y el país recupere músculo económico, entrarán en juego las políticas sociales. «Cuando las cosas van bien, todo el mundo sale beneficiado», resaltó.

PRESIDENTE DE TODOS / De momento, los franceses ven mucho liberalismo y poca atención a los sectores más desprotegidos. Macron no se deshace del sambenito de «presidente de los ricos» que le ha colgado con notable éxito la Francia Insumisa y ayer reiteró que es el presidente «de todos los franceses». «Los ricos no necesitan un presidente. Se desenvuelven bien solos», afirmó el dirigente.

La entrevista estuvo salpicada de reportajes en los que ciudadanos de a pie bramaban en su contra, pero Macron aguantó el tipo y habló de su intención de «unir» a los franceses, como si fuera consciente de que sus políticas pueden estar creando una fractura entre la Francia rural y la Francia metropolitana, la de los pensionistas y las personas activas y las de los perdedores y los ganadores de la mundialización.

Al terminar, escribió unas palabras a los alumnos que le cedieron el aula. «Muchas gracias por recibirme en esta estupenda clase. Cuento con vosotros para que aprendáis mucho y mañana podáis participar en nuestro bello país. Con mi amistad».

Mientras, el quinto de los 36 paros programados por los sindicatos de la SNCF afectará hoy a la mayoría de los trenes que circulan en el país y anulará las conexiones con España e Italia. En un comunicado, la compañía prevé que en la jornada de hoy el tráfico ferroviario resulte «muy afectado» por la huelga, convocada en protesta por la reforma de esta firma pública.