Frente a la presión de la calle, de la oposición política y de buena parte de sus propias filas, Emmanuel Macron da un paso atrás y congela durante seis meses la subida del impuesto a los carburantes que ha puesto en pie de guerra a las clases medias dependientes del coche para ir a trabajar. Es la primera vez que el presidente francés, que llegó al poder hace 18 meses con un ambicioso programa de reformas neoliberales, altera su rumbo político. La magnitud de una crisis social que no vio venir le ha obligado a hacer lo mismo que hicieron sus predecesores en el Elíseo: retroceder para evitar que el país se inflame.

«Ningún impuesto merece poner en peligro la unidad de la nación», dijo el primer ministro, Edouard Philippe, al anunciar ayer la medida en una alocución grabada en el Palacio de Matignon y retransmitida luego por televisión. La opción de una moratoria se abrió paso tras la jornada maratoniana que mantuvo el primer ministro con los representantes de todos los grupos políticos con representación parlamentaria que el lunes desfilaron por su despacho y se acordó en una reunión extraordinaria presidida por Macron en el Elíseo.

«Los franceses que se han puesto un chaleco amarillo aman su país. Quieren que los impuestos bajen y que el trabajo se pague. Es también lo que queremos nosotros. Este es el núcleo del compromiso del presidente de la República. Si no he logrado transmitirlo, si a la mayoría parlamentaria le ha costado convencer a los franceses, entonces es que debemos cambiar algo».

La violencia que marcó las protestas del fin de semana obligaron al Gobierno a moverse con urgencia para rebajar la tensión, pero la respuesta llega tarde y se queda lejos de las expectativas de los chalecos amarillos, que siguen reclamando una revisión completa de la fiscalidad y un aumento de los salarios.

NO A LAS MIGAJAS / «No es suficiente», declaró Benjamin Cauchy, una de las figuras visibles del movimiento en Alta Garona. «Es una primera etapa y la prueba de que, cuando hay voluntad política, se puede escuchar al pueblo. Ahora los franceses no quieren las migajas, quieren la baguette entera», dijo gráficamente. Aunque en las bases hay opiniones para todos los gustos, pero la impresión general es que el paso del Ejecutivo no desactiva la intención de desfilar nuevamente por París el próximo sábado. El ministro del Interior, Christophe Castaner se teme lo peor y ha pedido a los chalecos amarillos «razonables» renunciar a manifestarse.

Las fuerzas de seguridad auguran un escenario catastrófico si se mantiene la convocatoria de la Marcha a favor del Clima y se producen enfrentamientos entre chalecos amarillos y verdes. Para evitar ese riesgo, el popular exministro de Transición Ecológica, Nicolas Hulot, dijo que quizás no era el mejor momento de salir a defender la sostenibilidad del planeta. Le echó un capote al Gobierno al considerar la moratoria «una decisión necesaria, valiente y de sentido común en el contexto actual que todo el mundo lamenta».

También las organizaciones patronales acogieron de manera positiva los anuncios del Ejecutivo y pidieron a los manifestantes levantar los bloqueos para que las empresas recuperen una actividad normal. Menos satisfechas se mostraron las asociaciones ecologistas. France Nature Environnement lamentó «un grave error» y una regresión que sacrifica la ecología sin responder a las preocupaciones sociales.

Además de la suspensión temporal de la tasa al carburante, Philippe anunció la congelación de la convergencia de la fiscalidad del diésel y la gasolina y de la subida del gasóleo de las empresas (salvo las de transportes). Ni el gas ni la luz subirán como cada año el 1 de enero. Pese a claudicar, Emmanuel Macron no contiene la cólera. En las protestas se percibe un rechazo creciente hacia su persona.