“No uses pasta dental debajo de los ojos”, sugiere un joven en el barrio acomodado de Altamira. “¿Y vinagre?”, le pregunta un jovencito que lleva gafas de natación pero no para ir a la piscina. “Nada”, le responde. “¿Pañuelos?”, insiste. “Tampoco, ni limón”, agrega. La calle ha doctorado al muchacho en los modos de soportar el “clorobenzilideno malononitrilo”, como se conoce al compuesto químico del gas lacrimógeno que dispara la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). “¿Y entonces?”, quieren saber también otros venezolanos obligados a respirarlo en medio de la incendiaria disputa entre el Gobierno y la oposición.

Con las elecciones a la Asamblea Constituyente de este domingo el presidente Nicolás Maduro quiere crear un parlamento paralelo al actual, dominado por la oposición, y redactar una nueva constitución. No obstante, esta votación es apenas una estación del camino que puede conducir al precipicio. Con la escenografía de los piquetes y barricadas que parten a Caracas entre un 'lejano oeste' casi chavista y un este donde impera una oposición que desprecia a sus rivales por razones políticas, culturales y hasta de piel, el tema de los gases es candente.

Tanto, que un neumonólogo del Hospital Universitario de Caracas (HUC), Abdón Mata, aconsejo alejarse de las zonas de exposición, subir a colinas o pisos altos y cerrar puertas y ventanas para evitar irritaciones, picazón, dolor, intolerancia a la luz, cansancio, dificultades para respirar, espasmo de la laringe e incluso la muerte. “Lo mejor es una máscara antigas”, dijo el especialista. Por las redes sociales se ofertan como producto de primera necesidad.

Se puede huir del “clorobenzilideno malononitrilo”, pero no del conflicto. La decisión del Gobierno de llevar adelante la Asamblea Constituyente “llueve o truene” supone algo más que un riesgo meteorológico. La Mesa de Unidad Democrática (MUD) y otros grupos emergentes más radicales y de oscura financiación se proponen este domingo impedir la votación normal. El gas, finalmente, es la metáfora humeante del fracaso de la política y las negociaciones para evitar una escalada.

EL LÍMITE, SIETE MILLONES DE VOTOS

El chavismo fue por años una fuerza mayoritaria. Llegó a tener simpatías de un 70% de la población. En las legislativas de fines del 2015 obtuvo el 40% de los votos. Fue derrotada por una MUD resuelta a construir una nueva hegemonía política. Las encuestas aseguran que el respaldo a Nicolás Maduro no supera el 20% de la población. Maduro no cree en esos sondeos y apuesta a los suyos.

El presidente podrá cantar victoria si en estas elecciones votan más de siete millones de personas, que es lo que la oposición exhibió como cantidad de participantes de su reciente consulta simbólica contra la reforma de la Carta Magna. Si no alcanza, su derrota será inapelable. De lograrlo, la MUD tampoco validará esos números. El lenguaje de la guerra se ha impuesto a ambos lados.

“En 110 días han quemado, destruido. Lo que pasa es que los tenemos derrotados. ¡Ríndanse, señores de la MUD”, les dijo el presidente. Freddy Guevara, el iracundo portavoz opositor, no se quedó atrás: considera que, a estas alturas, la salida de Maduro está fuera de duda. Ni siquiera aspiran a elecciones. Lo que se discute es cuántas vidas costará. Desde abril han fallecido más de 100 personas. En un nuevo intento mediador, José Luis Rodríguez Zapatero le pidió al Gobierno “nuevos gestos” que enfríen la situación. “Apelo para que lo facilite”. Pero reconoció con escepticismo que “sin la voluntad de la oposición nada será posible”.

LUCHA DE CLASES

Para el Gobierno, en Venezuela se vive el capítulo más candente de la lucha de clases a nivel mundial. “EE.UU quiere quedarse con nuestras reservas de hidrocarburos y convertir al país en un estado fallido, una nueva Libia”, dice Mario a este enviado en el barrio popular 23 de Enero, un territorio con fuerte presencia de los “colectivos” autogestionarios que los medios presentan como guerrillas urbanas y matones chavistas a la vez.

“Hay que prepararse para todo”, dice, mientras ajusta su walkie talkie. La oposición, y esto incluye al chavismo crítico, rechaza esa falacia y sostiene que la contradicción es entre un régimen cada vez más autoritario y una salida democrática. Maduro está cada vez más aislado internacionalmente. Air France e Iberia se suman a las compañías que suspenden sus vuelos. En el aire de Caracas solo floran los remantes del gas lacrimógeno.