Argentina no termina en la avenida de General Paz, se rezongaba musicalmente en los años setenta para dar una idea de que más allá de la ciudad de Buenos Aires existía otro mundo, el de los trabajadores y migrantes internos, con sus casitas bajas de cemento o latón, por lo general invisible a los ojos y las expectativas de las clases media y alta de la capital. Desde entonces, la periferia no hizo más que crecer y ensancharse con cada desgracia. Cada tanto, las multitudes de los suburbios cruzan puentes y carreteras y vienen a recordarle a las autoridades la espesura de sus padecimientos. En la tarde de este jueves tomaron el centro de la ciudad en medio de los anuncios de granizo y mientras, a pocas cuadras, en la plaza financiera, el dólar volvía a dar un salto para acumular a lo largo del 2019 una subida del 15% respecto al vapuleado peso.

La manifestación había sido convocada por las dos centrales obreras argentinas, cada vez más inclinadas a realizar una nueva huelga general contra el Gobierno de derechas. Macri, y la pobreza cero?, rezaba un cartel que sostenía una de las columnas que atravesaba la avenida de Bernardo de Irigoyen. Más que ironía, estaba escrita con el tono de la furia. Días atrás se conoció que 14 millones de personas se encuentran en esa condición. Uno de cada dos niños es pobre, muchos de ellos abandonaron la escuela y por eso acompañaban bajo la lluvia a sus padres o madres que ya no pueden llevar a las mesas un pedazo de queso o un vaso de leche porque en tres años cuestan un 170% y un 50% más, respectivamente.

Había también en las calles miles de jóvenes. Un 23% de ellos no estudian ni trabajan. En cada rostro ajado, en cada zapatilla remendada, se dibujaban los números de la crisis y la exclusión. Durante el 2018, la economía se redujo un 2,5% y promete una caída mayor en este año electoral. El salario tuvo una pérdida de 12%, pero si se la mide en relación al dólar, llegó al 37%. Argentina tiene la inflación más alta desde 1992. La industria produce a los niveles del 2002, cuando apenas se salía del corralito y todavía imperaba el sistema de trueque.

EL DECLIVE EN CIFRAS

No se aguanta más, gritó una mujer en la avenida de Mayo. El precio del servicio de gas aumentó un 2.400% desde que Macri asumió el cargo. El del agua, un 1.000%. Carlos vendía cigarrillos y golosinas en la localidad sureña de Bernal. Ya no. El suyo es uno de los 28.000 kioscos cerrados en los últimos tres años. Muchos vinieron en transportes alquilados por los partidos políticos o movimientos sociales a los que pertenecen. No se pueden dar el lujo de pagar un boleto. El precio del bus se incrementó un 500% y el de los trenes 600%. Ir al trabajo representa un 27% del salario de los que menos ganan. Por eso, casi un 20% de esos trabajadores ha decidido caminar más para no gastar tanto.

La crisis también se siente en la capital, el punto más europeo de este país donde el 30% de los inquilinos ha rescindido su contrato por no poder pagar el alquiler. Las manifestaciones suelen ser ruidosas y variopintas. Los que las ven de lejos como espectadores de un drama ajeno suelen molestarse porque el tránsito se colapsa. La lluvia no detuvo el río humano ni sus cantos contra el presidente y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Solo se hizo un alto en el camino cerca del Congreso, donde la oposición trata de frenar una nueva alza de las tarifas. Desde las redes sociales, el presidente invitaba no obstante al optimismo. Casi medio millón de personas voló por el país en el 2019 sin tener que pasar por Buenos Aires. Es más del doble si se compara con el mismo período en el 2015. La revolución de los aviones es un paso fundamental para un país más federal.