El 17 de febrero del 2008, este sábado hace 10 años, el Parlamento de Kosovo declaró la independencia y la hasta entonces provincia de Serbia se convirtió en el Estado más joven de Europa. Formalmente y jurídicamente, fue una declaración unilateral, pero en la práctica no hacía más que institucionalizar una realidad preexistente que, además, contaba con un respaldo internacional nada negligible.

La independencia no ha sido ninguna panacea pero tampoco lo era su situación anterior. Kosovo era el territorio más pobre de la federación yugoslava y sigue siendo el país más pobre de Europa. Posiblemente es también el más corrupto, aunque, en los Balcanes no le faltan competidores en este aspecto: Bosnia y las dos entidades que la componen no se quedarían mucho atrás. La economía kosovar y sus perspectivas de futuro presentan luces y sombras.

Para entender cómo llegó hasta aquí es imprescindible un vistazo al pasado reciente, que explica por qué la independencia unilateral de Kosovo, en el fondo, no fue tan unilateral. El presidente serbio, Slobodan Milosevic, abolió en 1989 la autonomía de Kosovo (donde aproximadamente el 80% de la población era albanesa) y dio así el pistoletazo de salida al proceso que conduciría a la desintegración de Yugolavia. Trascurridas las guerras de Croacia (1991-95) y Bosnia (1992-1995) --que, al igual que Eslovenia, se habían convertido en estados independientes-, el escenario bélico se trasladó a Kosovo: Entre 1998 y 1999 la guerrilla separatista albanokosovar y las fuerzas de Serbia libraron una guerra que causó 13.000 muertos, la gran mayoría (11.000) albanokosovares. al tiempo que un millón de refugiados huían a Albania y Macedonia.

La intervención

Las matanzas reiteradas de civiles y los trenes repletos de refugiados y/o expulsados que evocaban imágenes del período más negro de la historia europea contemporánea movilizaron a un Occidente que arrastraba muy mala conciencia por lo tardío de su intervención en Bosnia. Tras una conferencia de paz fallida en la ciudad francesa de Rambouillet y la enésima masacre en Kosovo (ésta vez en Rakac, 45 albanokosovares asesinados) la OTAN intervino con una campaña de bombardeos (en territorio kosovar pero también en toda Serbia, incluida la capital, Belgrado) que duró 78 días: del 24 de marzo al 10 de junio de 1999. El resultado fue la retirada de todas las fuerzas militares y policiales serbias de Kosovo y el establecimiento de una fuerza internacional (Kfor) liderada por la OTAN. La historia había cambiado para siempre.

Porque desde aquel mismo momento, con todo lo ocurrido y habiendo sido el poder serbio expulsado de Kosovo por la OTAN, resultaba inimaginable pensar que la provincia volvería a ser gobernada efectivamente desde Belgrado. Por eso, el Consejo de Seguridad aprobó el establecimiento de una administración provisional de la ONU para Kosovo (UNMIK) el mismo día en que la OTAN puso fin a los bombardeos.

No obstante, la ONU inició un nuevo proceso de negociación entre Belgrado y Pristina y encargó la mediación al expresidente finlandés Martti Ahtisaari quien, en el 2007, en un informe al Consejo de Seguridad, recomendó la independencia, bajo supervisión internacional, como «la única opción viable para Kosovo». La oposición de Rusia, aliada de Serbia, impidió que el Consejo de Seguridad avalara la propuesta.

Reconocimientos

Es en este marco que Kosovo proclamó la independencia. Casi inmediatamente, EEUU y la mayoría de países de la Unión Europea (UE) reconocieron al nuevo Estado. A día de hoy, 113 de los 193 miembros de la ONU la han reconocido, incluídos 23 de los 28 países de la UE. Pero hay ausencias notables, como Rusia o China. Los cinco miembros de la UE que no la reconocen son España, Grecia (como Rusia, aliada de Serbia), Chipre, Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia. En el 2010, Kosovo recibió un espaldarazo cuando el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó que no violó la legalidad internacional al autoproclamarse independiente.

En el 2015, Kosovo dio otro paso adelante al firmar el Acuerdo de Estabilización y Asociación con la UE, una fórmula que Bruselas reserva a los estados vecinos precandidatos a la adhesión. La UE también exige a Serbia la resolución del contencioso con Kosovo como condición sine qua non para su propia adhesión.