Se rehuyeron durante más de un lustro y esta semana Xi Jinping hospedará a Kim Jong-un durante su cumpleaños. La cuarta visita del líder norcoreano a Pekín en menos de un año sirve para reforzar la sintonía en el eje Pekín-Pyongyang, para preparar la cumbre entre Corea del Norte y EEUU y para alargar la sombra de Xi sobre el proceso de desnuclearización de la península.

Kim partió el lunes de Pionyang en su tren presidencial y llegó ayer por la mañana a la capital. Su rastro, como en las anteriores ocasiones, pudo seguirse por las extremas medidas de seguridad. Docenas de coches oficiales y funcionarios chinos bloquearon durante horas las carreteras cercanas a la estación ferroviaria de la ciudad fronteriza de Dandong y los vecinos con vistas a esta fueron desalojados. Será una visita de tres días, informó la agencia oficial norcoreana en un signo de normalización. La liturgia ordenaba que los medios oficiales solo desvelaran la presencia de Kim en Pekín cuando ya estaba de regreso. Junto al dictador viaja su esposa, Ri Sol-ju, y la élite de asesores que forman Kim Yong-chol, Ri Su-yong, Pak Thae-song o Ri Yong-ho.

El orden del día estará monopolizado por la segunda cumbre entre Kim y Donald Trump. Estaba planeada para finales del pasado año, pero el estancamiento del proceso de desnuclearización aconsejó retrasarla para principios de este. Ambos gobiernos estarían ya acordando los detalles para celebrarla en Hanoi, según prensa surcoreana. Kim pretende presentarse en Vietnam con el visible apoyo de China para desmentir su aislamiento y falta de opciones que ha sugerido el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El tirano reiteró en el reciente discurso de año nuevo su apuesta por la paz y voluntad de reunirse con Trump pero aclaró que dispone de vías alternativas para defender su soberanía si el proceso descarrila. No fue necesario que citara a China. También es probable que hablen del relajamiento de las sanciones económicas que reclama Pyongyang desde que la diplomacia callara a los misiles. China y Rusia apoyan la política de premios mientras Washington espera gestos más decididos.

La visita de Kim sigue el patrón conocido de nuevo padrinazgo chino: ya estuvo en Pekín tras iniciarse el deshielo en la península, en la previa de Singapur y días después para informar del resultado. Los analistas señalaron como ganadores de aquella cumbre a Corea del Norte y China. Trump ofreció a Kim una foto que habían soñado sus antepasados y que le confiere un estatus de líder internacional. A cambio recibió las etéreas promesas de que se desembarazará en un futuro indeterminado de un arsenal que nadie fuera del país sabe en qué consiste.

ADELGAZAMIENTO MILITAR / La única concreción que salió de Singapur es el final de los ejercicios militares conjuntos entre EEUU y Corea del Sur que Pyongyang había exigido durante décadas porque los entiende como ensayos de invasión. Trump también se planteó la retirada de las 28.500 tropas en Corea del Sur. Ese adelgazamiento militar estadounidense en la zona es una fenomenal noticia para China.

La recuperación de la vieja afinidad Pekín-Pyongyang es un efecto colateral de los vientos de paz en la península y las promesas de desnuclearización. Mao definió a ambos países como «tan cercanos como los labios a los dientes».