Luiz Inacio Lula da Silva está muy cerca de abandonar la cárcel de Curitiba donde fue encerrado el 7 de abril pasado como parte de un proceso judicial que el ex presidente de Brasil considera un montaje para impedirle presentarse en las elecciones de octubre. El juez Rogerio Favreto ordenó este domingo la inmediata liberación del líder del Partido de los Trabajadores (PT), condenado en dos instancias a 12 años de cárcel por un caso de corrupción pasiva que no encontró ninguna prueba contundente en su contra. Según Favreto, del Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región (TRF-4), con sede en Porto Alegre, el “habeas corpus” en favor de Lula debe entrar en vigencia de manera urgente.

El juez Sergio Moro, quien condenó al ex mandatario en primera instancia, anticipó que revocará la orden de Favreto. Moro se convirtió durante los últimos años en un acérrimo enemigo de Lula. Para muchos analistas políticos se trata de un caso ejemplar de politización de la justicia y “judialización” de la política en Brasil. “Si un actor o autoridad policial cumple la decisión de una autoridad absolutamente incompetente, estará incumpliendo la orden de prisión emitida por el colegiado del Tribunal Regional Federal de la 4ta región”, dijo Moro.

Hasta este domingo, la defensa de Lula había presentado diversos recursos para que pudiera gozar de libertad provisional mientras recurría en instancias superiores. Lula continúa al frente de las encuestas de cara a los comicios presidenciales de octubre con una intención de voto superior al 30%. Todavía queda pendiente que un tribunal electoral se pronuncia sobre su posibilidad de presentarse como candidato. Una ley sancionada durante su Gobierno prohíbe a los condenados en segunda instancia aspirar a un cargo electivo.

Días atrás, Lula escribió una carta a los brasileños “comprometidos con la defensa del Estado Democrático de Derecho” para que “repudien las maniobras de las que estoy siendo víctima”. El ex mandatario pidió a los jueces y fiscales que lo sentenciaron que “muestren a la sociedad una única prueba material de que cometí algún crimen”. Recordó en ese sentido que “no basta la palabra de un delator ni convicciones de power point”. Para Lula, el acoso judicial se basó en “una mentira publicada por el periódico O Globo, atribuyéndome la propiedad de un apartamento en (el balneario paulista de) Guarujá” y la Policía Federal, “reproduciendo la mentira, inició una investigación”. Luego, el Ministerio Público, “acogiendo la misma mentira, hizo la acusación y, finalmente, siempre con fundamento en esa mentira nunca probada, el Juez Moro me condenó”.