Argentina tuvo un jueves negro que preludia horas más oscuras para su economía y una sociedad temerosa de un desenlace peor que el del 2001. El hundimiento de la moneda nacional fue tan profundo que se llegaron a pagar 41 pesos por dólar. Los 32 pesos del miércoles dejaron de ser una pesadilla. Para contener esta nueva depreciación, el Banco Central subió su tasa de interés hasta el 60%, ofreciéndole a los compradores de la divisa norteamericana participar de la fiesta de una de especulación financiera sin precedentes. Sin embargo, esa medida no alcanzó para frenar la escalada. «Día de vértigo», dijo el diario Clarín. «La histeria desplazó a la lógica y por ahora el miedo le gana a la codicia», continuó la misma publicación. Para el analista económico Miguel Bein, «estamos en un contexto donde faltan muchos dólares» debido al déficit de la balanza comercial, «y por eso el precio seguirá subiendo». La crisis tiene a su vez como trasfondo rumores de cambios en el Gobierno de derechas. El jefe de ministros, Marcos Peña, rechazó las «soluciones mágicas» y desmintió la dimisión de los conductores de la economía. «No creemos estar ante un fracaso ni mucho menos. La Argentina va a salir adelante», dijo. El mercado no lo tomó en serio.El presidente Mauricio Macri es hijo de una de las grandes fortunas del país por parte de madre y padre. Pero su condición de magnate no alcanza para convencer a los inversores de que va en dirección correcta. Horas atrás había pedido al Fondo Monetario Internacional que desembolse «todos los fondos necesarios» del crédito de 50.000 millones de dólares pactado. Hasta ahora, se recibieron 15.000 millones de dólares, pero esa suma estuvo lejos de resolver los problemas. Según Macri, la falta de «confianza» de los mercados está relacionada «específicamente sobre la incapacidad» de Argentina «de lograr financiamiento» externo.

Sólo por vencimientos de capital e intereses de la deuda hay que pagar entre septiembre y diciembre del 2018 un total de 23.259 millones de dólares, a los cuales, advierten los especialistas, debe sumarse la fuga de capitales (de unos 1.600 millones de dólares mensuales) y los resultados de la balanza comercial deficitaria hace 19 meses. La situación es incluso más adversa de cara al 2019. Para ese año se requerirán unos 50.000 millones de dólares. Los inversores no confían en la pericia de las autoridades para obtener esas sumas y se desprenden de sus bonos argentinos por considerarlos de gran riesgo.