Muchos en Alemania han soñado con el final de Angela Merkel. Tras 13 años de inquebrantable reinado, parte de la izquierda alemana confía ahora en aprovechar la peor crisis política que afronta la cancillera para hacerle sombra. Eso es lo que propone Fairland (país justo), un movimiento transversal que se propone ir más allá de los partidos y aglutinar al progresismo germánico para superar la hegemonía de la dirigente e impulsar una nueva agenda social.

Con Podemos o la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon como referentes, esta fórmula pretende agrupar bajo un único paraguas a socialdemócratas (SPD), a Los Verdes y a La Izquierda -que en los últimos años se han visto incapaces de hacer frente al liderazgo conservador de Merkel- y relanzar un mensaje social. «Hay una mayoría social favorable al desarme, las subidas salariales, la mejora de las pensiones, impuestos justos y más seguridad; pero no una coalición de partidos mayoritaria», denuncia el manifiesto lanzado por Fairland.

Detrás de esa idea están Oskar Lafontaine y Sahra Wagenknecht. Él, expresidente del SPD y fundador de La Izquierda; ella, líder del grupo parlamentario izquierdista. Además de su relación sentimental, la pareja insiste en que la creación de este movimiento encabezado por «grandes personalidades» es la herramienta para cambiar el panorama político alemán, marcado por un profundo giro conservador. Aunque se mencionó por primera vez en noviembre del año pasado, esta plataforma suprapartidista se presentará en sociedad en septiembre. La propuesta también nace para contrarrestar el auge de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Sintomático de lo que la filósofa política Nancy Fraser ha llamado «crisis del neoliberalismo progresista», el populismo xenófobo ha sabido captar en masa el voto protesta de antiguos socialdemócratas e izquierdistas golpeados por la desigualdad, algo que se repite por toda Europa y los Estados Unidos.

Como ha pasado históricamente, la unión entre fuerzas políticas de izquierda parece una quimera. Más que celebrarlo, muchos sectores progresistas han criticado la propuesta de Lafontaine y Wagenknecht, dos figuras que despiertan muchos recelos por su oportunismo, incluso entre sus propias filas. ¿Un movimiento social no debería ser impulsado por la calle en lugar de desde las élites? Bernd Riexinger y Katja Kipping, líderes de izquierda, han rechazado la propuesta.

UN PACTO UTÓPICO / Aunque las tres formaciones gobiernan juntas en Berlín en la llamada coalición rojo-rojo-verde, la capital alemana es una excepción progresista en un país conservador aún muy fragmentado. A nivel nacional, ese pacto parece una utopía, pues los antiguos estados capitalistas reniegan de las raíces poscomunistas de La Izquierda, mientras que esta lo hace de la cercanía que achaca a sus dos supuestos socios con Merkel. La Izquierda, de hecho, nació como escisión crítica de las reformas neoliberales impulsadas por SPD y Verdes cuando gobernaron el país de la mano. Así, sus diferencias parecen mucho mayores que su oposición a la cancillera. Esas discrepancias se evidencian más al hablar de política migratoria, un tema que ha polarizado Alemania, dando alas a la ultraderecha y que la izquierda no ha sabido capitalizar.