Actualmente en Italia y sobre una población activa de 23,3 millones de personas, 2,2 millones reciben un «cheque de solidaridad» (600-800 euros), 3,9 millones un subsidio de desempleo, mientras que 4,4 millones de autónomos cobran un bono de 600 euros mensuales. Otros 480.000 profesionales liberales tienen acceso a una ayuda de 480 euros al mes. A fondo perdido.

«Mientras la pandemia se ralentiza, la economía está por explotar», afirma Nunzia De Capitale, socióloga de Cáritas, reflejando cuanto han dicho y repetido economistas y centros de análisis en estas semanas. «Un escenario de posguerra», lo define Giuseppe De Rita, fundador de Censis, centro que analiza regularmente la sociedad italiana.

Tres días después del comienzo de la desescalada, tras casi 60 días de cierre nacional, se advierte la magnitud del desastre económico-social que la pandemia está dejando. Y lo peor podría estar por llegar, según indican con pesimismo virólogos, economistas y sociólogos, en referencia al «choque» de un previsto rebrote del virus en otoño, un mazazo sobre una economía ya debilitada. Una premisa que según los historiadores ha llevado siempre a la rebelión.

Según el Instituto Nacional de Estadística (Istat), desde el 21 de febrero, cuando se oficializó la llegada del coronavirus en Italia, un millón de personas han pasado a ser «nuevos pobres». Se añaden a los casi dos millones (1,8) de «pobres absolutos» contabilizados en el 2019.

Se considera «pobres absolutos» a una familia de dos personas con unos ingresos totales al mes de 700 euros. El «umbral de la pobreza» se refiere al mismo modelo pero con un ingreso mensual de 990 euros.

Ámbito nacional

Según el centro de análisis del Sur (Svimez), 1,4 millones de ciudadanos han descendido al «umbral de la pobreza» y otros 200.000 a la categoría de «pobreza absoluta». En el ámbito nacional, 10 millones de personas se encuentran cerca de la «pobreza absoluta», es decir casi un sexta parte de la población.

Las ayudas que reciben sirven solo par paliar en lo posible la situación. De momento son pocos los que han logrado cobrar la prestación estatal. Para simplificar la ayuda, el Gobierno decidió ingresar el importe directamente en la cuenta del interesado.

Al principio, algunos bancos se quedaron el importe, aduciendo que los destinatarios tenían créditos en curso, despropósito que la Asociación Bancaria Nacional (ABI) tuvo que arreglar. Mientras, los ahorros privados, que eran los más altos de la UE y que permitían a Italia seguir adelante, han bajado del 8% al 2,5% desde la anterior crisis financiera del 2008.

Unos 162.000 créditos, sobre un total de 600.000 solicitudes, ya han sido suspendidos en marzo y abril, según ABI, pero algún día deberán de devolverse. Si el virus rebrota y no se consigue enderezar la economía, será difícil volver al pasado.

Las previsiones para final de año es que la deuda ascienda a entre un 155%-160% del PIB, inasumible a pesar de que más del 60% de la misma está en manos italianas. Aún así, S&P acaba de rebajar el «producto Italia» al BBB con outlook negativo y Moody’s algo semejante, es decir a poco de que la deuda italiana sea considerada como «basura». S&P prevé un PIB para final de año de -9,9%, el FMI un -9,1%, la UE un -7% y el Gobierno un -8%.

Por esta razón, Alemania y Francia buscan la manera de impedir una quiebra del país, a través de las ayudas que ofrece el Mecanismo Europea de Estabilidad (MEDE).

Mientras, los niños de Barra, un barrio de Nápoles, con el 40% de las personas en paro y 800 mil adolescentes sin escuelas superiores, se turnan con los móviles de sus padres para seguir la escuela a distancia. No sorprende, pues, que en el resto de Italia, un país con gran capacidad solidaria, el 24% de los ciudadanos se haya adherido a «la compra en suspenso»: bolsas de comida ya pagada, dejadas en el súper para quien la necesite. En un país de cafeteros se hace lo mismo con el espresso del bar.