Israel vuelve a confinarse. Con una tasa de contagios superior a los 3.000 casos de coronavirus diarios, las autoridades israelís han decidido decretar el cierre total del país a partir de este viernes 18 de septiembre, convirtiéndose en el primer país del mundo en reconfinarse. La decisión ha provocado la renuncia del ministro de Vivienda, el ultraortodoxo Yaakov Litzman, por coincidir con varias festividades judías. El Estado judío, con una población de 9 millones, ha superado la cifra de 150.000 casos de covid-19 y 1.103 muertes.

El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, se encuentra actualmente en Washington para la firma del acuerdo de normalización con Bahréin, mediado por el presidente estadounidense Donald Trump. Desde Israel, han llovido críticas sobre el mandatario por viajar con su familia mientras su país se prepara para imponer restricciones totales que atajen la crítica situación sanitaria.

Hace seis meses, el 12 de marzo, Israel decretaba el cierre de escuelas y universidades del país con 109 casos confirmados de coronavirus y ninguna muerte. El Gobierno de Netanyahu se erigía como caso modelo con algunas de las medidas más drásticas del mundo: clausura de bares, restaurantes, comercios no esenciales, e incluso rápido cierre de las fronteras aún con pocos casos confirmados. Pero, según los expertos, la politización de la crisis, el exceso de confianza, la falta de credibilidad de las autoridades y la poca disciplina social podrían ser las causas del desastre sanitario que se cierne sobre el país.

CRÍTICAS ULTRAORTODOXAS

Durante estos meses, los estragos del coronavirus se han concentrado en ciertos sectores de la sociedad israelí, hasta el punto de aplicar un toque de queda nocturno entre las siete de la tarde y las cinco de la mañana en una cuarentena de localidades con elevados índices de contagios la semana pasada. En su mayoría, se trataba de municipios de mayoría árabe y asentamientos con población judía ultraortodoxa.

Las fechas de este nuevo confinamiento coinciden con la celebración del Año Nuevo Judío (Rosh Hashaná) hasta el Sucot, pasando por el Yom Kippur, las principales festividades judías de otoño. Por ello, el líder del partido judío ultraordoxo en la coalición conservadora de Netanyahu ha criticado el cierre. "Esto perjudica y desprecia a cientos de miles de ciudadanos", dokp en su carta de renuncia el ministro de Vivienda. "Tenemos que seguir adelante, tomar las decisiones necesarias para Israel en la era del coronavirus", le ha respondido el primer ministro.

En plena emergencia sanitaria, el mandatario israelí también se enfrenta a un clima de desconfianza social generalizada. Durante los últimos cuatro meses, centenares de israelís se han manifestado cada fin de semana en diferentes ciudades del país. El movimiento ciudadano pide la renuncia de Netanyahu por su nefasta gestión de la pandemia y sus escándalos de corrupción por los que está procesado.

Este nuevo confinamiento, según el cual solo se puede salir a 500 metros de casa, podría hacer perder fuelle al empuje de estas protestas en las que suelen participar jóvenes y mayores de distintos perfiles. Hace tres semanas, Bibi consiguió de nuevo salvar su gobierno con un acuerdo in extremis para prorrogar la negociación de los presupuestos y evitar que el país fuera a las cuartas elecciones en año y medio.