Estaba llamado a ser un «anunció dramático», pero acabó pareciéndose más al enésimo truco reciclado de un mago con el repertorio agotado. Fue el martes en Tel Aviv. El primer ministro israelí compareció con la gravedad de las grandes ocasiones para presentar los miles de archivos «secretos» sustraídos por sus servicios de inteligencia en Teherán, los mismos que hace unos años se dedicaban a matar científicos iraníes con bombas lapa. Con calculada teatralidad, Binyamin Netanyahu levantó las sábanas que cubrían dos armarios repletos de archivadores y CD’s. «Estos archivos demuestran de forma concluyente que Irán miente cuando dice que nunca tuvo un programa de armas nucleares», dijo ante las cámaras. El conejo estaba fuera de la chistera, pero pocos quedaron impresionados.

El juicio de los expertos fue unánime: no había casi nada nuevo. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) determinó en el 2011 que los ayatolás abandonaron el programa armamentístico en el 2003. En cualquier caso, lo que buscaba Netanyahu, que lleva casi 30 años repitiendo que Irán está a punto de hacerse con la bomba, era aportar más munición a Donald Trump para que el 12 mayo rompa el acuerdo nuclear entre Irán y las grandes potencias.

Se mantiene el suspense / El líder estadounidense mantiene el suspense. Ha definido el acuerdo como «el peor de la historia» y ha acusado a Teherán de violar su «espíritu», a pesar de que la IAEA insiste en que se está cumpliendo a rajatabla. Si lo acaba descertificando, el Congreso tendrá potestad para reinstaurar las sanciones y adoptar una postura más beligerante. La guerra contra Irán estará un poco más cerca y también el sueño de Netanyahu de forzar un cambio de régimen en Teherán.

La justificación para un nuevo conflicto parece estar coreografiándose a cámara lenta, mientras se hacen preparativos sobre el terreno. Solo en el último mes, Israel ha lanzado dos ataques contra bases militares con presencia iraní en Siria. Dejaron decenas de muertos, cerca de una veintena iranís, y no son más que la punta del iceberg porque desde el 2012 ha bombardeado el país vecino en un centenar de ocasiones.

Buscar una respuesta / «Los iranís creen que deben demostrar a Israel que sus ataques no pueden quedar impunes. Su respuesta será probablemente indirecta y asimétrica, pero puede provocar una peligrosa escalada», dice Ali Vaez, analista del International Crisis Group. Los ataques israelís sugieren que busca provocar una respuesta iraní para obtener algo parecido a un casus belli. Sus dirigentes insisten que no permitirán que el Estado persa, al que Netanyahu ha comparado con la «Alemania nazi», tenga bases militares en Siria.

Si Irán ataca Tel Aviv, dijo recientemente su ministro de Defensa, «atacaremos Teherán y destruiremos todas las instalaciones militares iranís en Siria que amenacen a Israel». Esa hostilidad la comparte la Administración Trump, que acusa a su viejo enemigo de ser el origen de los males en Oriente Próximo, de buscar el dominio y ser «el principal sponsor mundial del terrorismo».

Lo cierto es que, aunque Irán ha ganado mucha influencia en la región, Israel es la potencia militar hegemónica. Es la única que cuenta con ojivas nucleares. Tiene el ejército más moderno y las armas más avanzadas, además del apoyo de EEUU. Lo que sucede es que el eje Washington-Tel Aviv-Riad, todos en el mismo bando, ve su posición hegemónica más amenazada que nunca por la ascendencia iraní y su apoyo a los pocos gobiernos y las muchas facciones armadas opuestas a sus dictados.

Entre tanto resuenan los tambores. El secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, ha dicho que el conflicto entre Israel e Irán «es muy probable», mientras fuentes de la Administración dijeron que el Estado judío «parece estar preparándose para un conflicto armado y buscando el apoyo de EEUU». «No he visto un mayo tan peligroso desde 1967», dijo el general Amos Yadlin. Un mes después de aquella fecha comenzó la Guerra de los Seis Días.